martes, 13 de diciembre de 2011

UNA CUBANITA TÍMIDA Y DESLENGUADA (ENTREVISTA A TERESA DOVALPAGE)

Teresa Dovalpage (La Habana, 1966) sacará pronto un nuevo libro. Esta vez se trata de una colección de relatos que tienen como escenario La Habana, Taos y San Diego, tres ciudades en las que ha vivido la autora de novelas como Posesas de La Habana (2004), Muerte de un murciano en La Habana (Finalista del Premio Herralde, 2006), o Habanera, A Portrait of a Cuban Family (2010). Dovalpage reside actualmente en Taos, Nuevo México, donde divide su tiempo entre la universidad y la literatura, temas de los que hemos conversado, entre otros, para Diario de Cuba.

¿Cómo se define a sí misma Teresa Dovalpage?
Una cubanita callada, tranquila, más bien tímida, pero que se vuelve deslenguada cuando escribe. Un bicho solitario. Alguien que está más cómoda ante la pantalla de un ordenador que ante un grupo de gente.

¿Y cuándo es que Dovalpage comienza a escribir novelas?
Escribí mi primera novela (probablemente un bodrio) a los 15 o 16 años, en Cuba. Fue el salto de lectora a escritora que a veces se da hasta sin que uno mismo se de cuenta. Había leído tantas novelas que un día pensé que bien podría atreverme a escribir mi propia barbaridad.

Además escribes teatro…
No empecé con el teatro hasta 2005, cuando era estudiante de postgrado en la Universidad de Nuevo México. Fue casi por casualidad: en una clase de Cultura del Suroeste el profesor, mi muy admirado Enrique Lamadrid, nos dio la opción de escribir algo creativo o hacer un ensayo. Como los ensayos nunca me han hecho gracia, escribí una obrita sobre una leyenda local, La hija de La Llorona, y tuve la inmensa suerte de que el Teatro Aguijón, en Chicago, la escogiera para representarla en 2006. Después ya he seguido en las dos vertientes, aunque me considero primordialmente novelista. Todavía no tengo suficiente pedigrí como dramaturga.

¿Y el periodismo?
Como en Taos casi todo el mundo practica el multioficio, también soy reportera freelance para nuestro periódico local, The Taos News. Aquí* voy colgando los artículos que publico en el diario. Es muy divertido porque siempre se conoce gente interesante, y además, es una buena disciplina para cualquier escritor. En periodismo, al que se pone a esperar por las musas se lo come el león.

¿Qué prefieres: el teatro, la novela o el periodismo?
Prefiero la novela, definitivamente. Me da la oportunidad de explayarme en el trazado y la profundidad de los caracteres, la descripción de los lugares, esos detalles como el olor a gas en la escalera, el ponerle cola al sofá... El teatro, con sus naturales limitaciones de la puesta en escena, te fuerza a ser más creativo, pero a la vez restringe. En periodismo no puedo inventar nada. Facts and just facts. A la poesía lírica la respeto muchísimo, tanto que no me atrevo a tutear a la musa que la preside (creo que es Euterpe) no sea que el Pegaso me dé dos o tres merecidas coces.

Le dedicas tiempo a la literatura, y también eres profesora...
Doy clases en la Universidad de Nuevo México en Taos (UNM-Taos) de español y literatura. También imparto un taller de tres días para enseñar a escribir cuentos, puedes verlo en mi blog**.

¿Cómo haces para compartir tus horas entre la creación literaria y tu trabajo en la universidad?
Solo trabajo a tiempo parcial en la universidad. Este otoño estoy enseñando dos clases, el resto del tiempo es para escribir.

El lenguaje que te caracteriza como autora, ¿cómo nació?
La voz autoral es como el estilo en la ropa. Una empieza a probar desde la adolescencia, o desde que tiene conciencia de la moda: esto me gusta, aquello no, esto va conmigo, aquello me hace lucir mal… hasta que llega a crearse una manera personal, favorita. El estilo también cambia según las circunstancias. No se viste una igual para una fiesta a las nueve de la noche que para una clase a las diez de la mañana; de la misma forma, no se escribe igual una reseña o una entrevista que un cuento. El estilo se modifica con el tiempo: yo no escribo ahora, ni me visto, claro, igual que cuando tenía 20 años.

¿Y cómo es que transcurre un día cotidiano en la vida de Teresa Dovalpage?
Suelo levantarme tarde porque escribo de madrugada, soy lechuza de nacimiento. Mi rutina diaria incluye hacer ejercicios, pues me gusta mucho comer y no quiero engordar; escribir y sacar de paseo a mis perritos… Bueno, ¡perrazos! Acabamos de adoptar un pitbull enorme que se llama Maxx. Aparte de eso, están las clases de español en la universidad.

¿Qué significó para ti el que tu novela 'Muerte de un murciano en La Habana' resultara finalista del premio Herralde en 2006?
Eso me ayudó a poner un pie, o al menos una uña, dentro del mundo literario en español. Me dio más confianza en mí misma, claro, y me impulsó a seguir escribiendo.

De tus libros publicados ¿con cuál estás más contenta y por qué?
Hasta ahora era Posesas de La Habana, quizá por ser el primero en español y también el más autobiográfico. Ahora es el que se publicará en 2012 en España con el Grupo Edebé, La Regenta en La Habana, una frescura mía en la que reescribo el final de la obra de Clarín. Este es un tráiler*** que hizo mi amigo Ernesto González, autor de Los relatos de Maurice Sparks, un libro delicioso.

¿Qué esperas de sus lectores?
Espero entretenerlos, hacer que pasen un buen rato; eso es lo más importante. Si con mis libros aprenden algo de Cuba, o de Nuevo México, pues qué bien, pero lo fundamental es que no sea aburran, que no tiren el libro a un lado.

Cuéntanos de ese nuevo libro.
Estoy dándole los últimos toques a una selección de cuentos en inglés The Astral Plane: Stories of Cuba, the Southwest and Beyond. También tengo otra colección de cuentos, Llevarás luto por Franco, que se publicará en España con Atmósfera Literaria.

¿Para cuándo estarían listos?
Espero que The Astral Plane… salga para fines de año con la editorial University of New Orleans Press. En cuanto a Llevarás luto por Franco, estará disponible a principios del año próximo; recopila cuentos sobre Cuba, el exilio, los traumas familiares…

¿No te sofoca vivir próxima a un desierto?
No, y te explico. Resulta que Taos es un desierto muy peculiar, porque se encuentra a siete mil pies de altura. Es decir, que nunca hace un calor excesivo, ni siquiera en pleno mes de agosto. En invierno nieva muchísimo, sobre todo en las montañas. De hecho, uno de los atractivos de Taos es ser un pueblo de esquiadores. Aquí hay una estación de esquí que, sin ser tan pipirinice como Veil, por ejemplo, tiene su sandunga.

¿Eres una persona tan divertida como lo son tus novelas?
Gracias por la parte que me toca. Pero me temo que en persona no soy muy divertida que digamos. Como te decía antes, suelo ser callada y tímida. Imagínate una cubana que no baila ni toma ron. Una vergüenza para el gremio, vaya…

¿Satisfecha con lo alcanzado hasta hoy?
Siempre se puede más.



* http://teredovalpage.wordpress.com/
** http://dovalpage.wordpress.com/
***http://www.youtube.com/watch?v=sti5_r_ak9A


(entrevista publicada en  http://www.ddcuba.com/cultura/8470-una-cubanita-timida-y-deslenguada)

viernes, 11 de noviembre de 2011

SENTADO EN EL AIRE (PALABRAS DE PRESENTACIÓN)

(por Edelmis Anoceto Vega*)

En el artículo «Recio Juan Carlos, sobre libros inéditos», que se publicó primeramente en la revista digital Hacerse el cuerdo, de la Uneac, escribí que el poeta Juan Carlos Recio tenía un poemario inédito, Sentado en el aire, que en cuanto al título se emparienta de manera sutil con El buscaluz colgado, su primer cuaderno de 1991, publicado por Capiro. Ambos rótulos establecen un vínculo semántico: levedad, gravitación, aunque también quizás desarraigo, distanciamiento. «En El buscaluz… —decía yo y me cito— parece que el poeta está por descubrirlo todo, como el infante que abre los ojos al mundo por primera vez. Los temas son más universales, reflejan una realidad imaginaria, exótica, que expone las cosas primarias del universo y los elementos naturales: el viento, los árboles, la noche, la luz… Dos cosas me parecen nuevas en Sentado en el aire. Lo primero es que la experiencia del poeta está en el trasfondo de cada pieza. El poeta ha vivido y por lo tanto ahora ya no descubre, más bien siente estar de regreso y como tal sus palabras no son simple exposición de hechos, imágenes; ahora alerta, define, cuestiona con la convicción de quien conoce el peligro, sus peripecias, culpas, pero sobre todo de quien tiene ya suficientes argumentos para definirse.

»La alusión a un pasado superado y la comparación del ser-ayer y el ser-hoy es explícita en un poema que por el título, “Las verdades”, nos sugiere a un poeta seguro de sí mismo, aunque no sabemos si consciente de que las verdades individuales son un producto de las experiencias individuales —y lo citaba allí:

Cuando vuelva borracho de la ciudad
aunque haya olvidado mis maneras del campo,
y no me vea en la herradura visible de los antepasados,
y mi alma se bañe en el coro de esas bestias,
aun cuando pueda con la tranquilidad de un ciego
acariciar la tierra de la zanja;
cuando nada sea tan apacible como creerse ser el mismo,
volveré a las dolientes esquinas para ser perseguido
por las sombras y las dudas y las malas lenguas.

»También la madurez le permite autodefinirse y al mismo tiempo ficcionalizar su yo en una enumeración de seres, e incluso objetos y lugares, que en su conjunto exponen la franqueza, la desnudez y el impudor de un sujeto lírico que ya no tiene nada que perder.

Yo soy la réplica, el Jesucristo, la comarca,
yo soy la réplica, el multihéroe,
la vergüenza;
[...]
Yo soy el feo, el que más tiembla,
el que todas las noches alumbra a la virgen,
la victrola de un bar, el fecundado de las calles
y los huesos del niño que vio nacer a su padre.
Yo soy un tren, mi espíritu,
mi delirio de persecución —esta es mi ley, ya se los dije—;
yo soy el feo,
el pecador que ante ustedes y ante Dios ya se confies.

»El otro elemento novedoso es la incorporación al discurso de referencias a otras obras literarias, universales y cubanas. Así aparecen Los puentes, de Fayad Jamís, La educación sentimental, de Flaubert, Bola de cebo, de Maupasant; también a sitios y personas reales, amigos, conocidos, personajes bíblicos, escritores, frases de canciones e innumerables citas. A la fuerza emotiva que caracteriza la obra de Recio se une este arsenal de cultura, el cual es volcado sobre los textos sin pretensiones de erudición, contextualizándolos y otorgándoles riqueza intelectiva como un atractivo extra.

»[…] Con estos textos me doy cuenta de que la poesía de Juan Carlos Recio, por más intuitiva, no es únicamente un efluvio que mana de la realidad, donde se suponen que residan todas esas ideas poéticas universales que el poeta es dado en captar de manera prodigiosa con menor o mayor acierto, según su inspiración. Todo lo contrario, su poesía es puro lenguaje imaginativo, combinaciones verbales muy específicas e irrepetibles, puestas en función de un fin, de un sentido moral y estético. Es una parte de la realidad como cualquier otra (existe allí y se hace patente en el poema), desde la que se validan en nuestra experiencia común una suerte de sentidos que serían inexpresables a no ser por el lenguaje». Eso escribí.

Ahora la relectura del libro me hace ver otras cosas. Estas son las cosas que responden la pregunta que siempre me hago: ¿Por qué esto es poesía? o ¿Qué es lo que hace que sea esto poesía y no un compendio de frases vacías, o una prosa cataléptica dispuesta en líneas?

1: Sinceridad, y hasta falta de pudor, al punto de decirse feo, bobo, provinciano, promiscuo, antipático, roñoso. La poesía de Recio tiene un yo poderoso y desinhibido, la palabra yo se repite 31 veces en el libro. El poeta habla de sí mismo para hablar del hombre, es una proyección de este. Es la suya una poesía antropocéntrica, que nos implica en cuestionamientos de la vida, el mundo y la humanidad con inquietantes planteamientos.

2. Preocupación existencial en relación con la noción Patria, en la que se siente que esta no es una geografía, sino una vivencia dolorosa: «¡Oh, patria!, espacio a duelo / ondeante en el polen la soledad y el enigma», dice de manera definitoria, y luego en un sentido poema a René Batista: «cuando tú padre dice “dispués” es patria, cuando los perros se enamoran mientras velan el arroz, es patria».

3. Concepto del verso, del poema y del libro. Desde el primer texto «La escalera» cuyo título sugiere que nos adentramos en el libro subiendo peldaños, que algo queda detrás y algo surge ante nosotros, hasta el último: donde percibimos que el poema se va desvaneciendo, y la voz se apaga.

4. Poder de síntesis, en piezas breves y contundentes como «El pasado», «La otra parte» y la excelente «Algunas patas de pájaros en los helados cristales».

5. Lenguaje imaginativo y dominio de la imagen, cito:

He matado a mi sombra por creerla un monstruo,
la dibujé sin perdón en la página blanca,
le puse unos vestidos con zapatos de charol
y me fui por los límites de otros mundos,
entre hileras de árboles de piel áspera,
camino de parques, en el crudo invierno;
parecido a un museo de ropa de héroe
con pólvora y agujeros.

Pasaron 20 años sin que Juan Carlos Recio viera sus poemas impresos en Cuba. Creo que ahora la voz que habla en estos poemas, la misma que dice estar sentada en el aire, sabe muy bien dónde se halla la poesía, especialmente sabe que se halla en los estados cercanos al dolor, los que también son fuentes para la belleza. Sabe muy bien «aterrizar» la poesía, lo mismo en Santa Clara, que en Nueva York, que en Camajuaní.


(*Palabras de presentación del poemario de Juan Carlos Recio: Sentado en el aire, Editorial Capiro, 2011. 132 pp., a cargo de Edelmis Anoceto, editor del libro)

Juan Carlos Recio Martínez (Camajuaní, 1968) publicó el poemario El buscaluz colgado, Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara en 1990. En 1991 obtuvo la Primera Mención del Concurso Julián del Casal de la Uneac con su libro aún inédito Hay un hombre en la cruz. Este año la editorial Hoy he visto el paraíso publicó su poemario La pasión del ignorante. Desde el año 2000 reside en la ciudad de Nueva York. Es autor del blog desde Sentado en el aire, nombre que también le da título a su libro recién publicado.

Edelmis Anoceto Vega nació en Santa Clara (Cuba) el 23 de mayo de 1968. Es poeta, traductor literario y editor. Licenciado en Lengua y Literatura Inglesa por la Universidad de La Habana en 1994. Miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Su obra se caracteriza por la alternancia de las estrofas clásicas (soneto y décima) y el verso libre, con apropiaciones muy particulares de los temas clásicos latinos, usados como pretextos para abordar asuntos de actualidad de forma alegórica. En sus poemas también son frecuentes los cuestionamientos existenciales del hombre, así como la propia creación poética, la religión y la relación nostálgica del ser con el pasado.

viernes, 4 de noviembre de 2011

NO PARO Y ESO ME HACE SALTAR LAS BARRERAS DEL TIEMPO* (ENTREVISTA A BELKIS CUZA MALÉ)

Casada en 1967 con el poeta Heberto Padilla, la pintora, periodista, escritora y poeta Belkis Cuza Malé (Guantánamo, 1942) se exilió junto a su hijo en los Estados Unidos en 1979, unos años después de aquellos sucesos ocurridos en 1971, conocidos como "Caso Padilla". La pareja de artistas fue acusada entonces de actividades subversivas contra el gobierno cubano. Su encarcelamiento provocó reacciones en todo el mundo, con las consecuentes protestas de intelectuales entre los que figuraban Jean-Paul Sartre, Octavio Paz, Simone de Beauvoir, Julio Cortázar, Alberto Moravia, Carlos Fuentes, Juan Goytisolo, Juan Rulfo y Mario Vargas Llosa, entre otros.

Al año siguiente de la partida de Belkis Cuza Malé, Heberto Padilla también logra salir de la Isla, gracias a la presión internacional. Reunidos finalmente en el exilio, Belkis funda en 1982 Linden Lane Magazine. Y luego, en 1986, crea La Casa Azul, centro cultural y galería de arte, en Fort Worth, Texas, que, tras la muerte de Heberto Padilla, lleva su nombre.

Desde 1982 hasta la fecha, la autora de El viento en la pared, Los alucinados, Juego de damas y La otra mejilla, no ha cesado de trabajar en la revista creada en marzo de 1982. Sobre este y otro temas, converso con ella.

¿Cómo valora todo este tiempo de trabajo? ¡Son casi 30 años ya de 'Linden Lane Magazine'!Pues no he sentido que el tiempo pasaba. Soy una incansable trabajadora, lo mismo escribiendo que haciendo la revista, que en mi labor con la gente que se acerca a mí buscando ayuda espiritual. No paro, y eso me hace saltar las barreras del tiempo. Además, creo que el tiempo, como lo conocemos, no existe, y el gran Einstein lo reafirma con su teoría de la relatividad y más. Así que esos 30 años que ya están ahí a la vista, cuando publique en diciembre el número de invierno, han pasado por mi vida haciendo miles de cosas a la vez.

He cumplido con esta primera etapa de la misión, y ahora, con la ayuda de Dios iremos a la segunda. Los escritores y artistas cubanos en el exilio han contado con un sitio donde publicar sus obras. Sí lamento que Heberto no esté aquí ahora, ni muchos otros que han partido. Pero sus huellas siguen allí, en Linden Lane Magazine.

¿Por qué deciden hacer la revista? ¿De quién fue la idea?¿Deciden? No, solo yo deseaba hacerla, y así fue. Heberto solía decir con su típica ironía : "Yo no he venido a Estados Unidos a hacer revistas en español", y aunque no le quedó más remedio que asumir la idea, incluso ir a la ciudad de Nueva York a buscar las letras del diseño, hechas especialmente por encargo, y colaborar cuando yo insistía.

En realidad, ha sido una revista hecha por una sola persona, una mujer que quería darle vida a un proyecto de esa naturaleza, inspirado en mis más de diez años como redactora en La Gaceta de Cuba de la UNEAC, y porque de seguro que fue una misión, como digo, que Dios me encomendó.

¿Y cuál ha sido el objetivo de 'Linden Lane Magazine' durante estos 30 años?Dar a conocer el arte y la literatura de los escritores cubanos del exilio. Yo quería una publicación que no excluyera a nadie, ni se basara en amiguismos ni piñas literarias, que no fuera académica, sino creativa y con el aspecto de tabloide o periódico, inspirada sobre todo en The New York Review of Books, que hacía y dirigía Robert Silver, o en el propio semanario de The New York Times que aparece los domingos junto al periódico.

Arte y literatura cubanos para desbloquear el estigma que existía sobre los creadores que abandonaban Cuba. Sobran los dedos de una mano para contar a los que no han aparecido en Linden Lane Magazine. Famosos, menos famosos y nuevos escritores y artistas llenan las páginas de estos casi 30 años.

¿Cuál es su mayor ambición literaria respecto a la revista? ¿Qué es lo que más desea suceda con ella?Que llegue a Cuba, a los escritores y artistas que están allá, a todas las universidades del mundo y a las bibliotecas públicas. Desde el principio las mejores universidades de este país se suscribieron a ella, y eso ha sido un gran logro, porque quedará en sus archivos y al servicio de las generaciones futuras.

Bueno, también quisiera contar con las mejores computadoras, con los mejores equipos. Hasta ahora solo he utilizado los que he podido, y nunca ha sido posible comprar una computadora nueva, todas de segunda mano, otras regaladas que ha sido necesario componer.

Reinaldo Arenas fue editor asistente de la revista en aquellos dos primeros años… ¿Cómo lo recuerda en relación con la revista?Al principio todo fue bien. Habíamos trabajado juntos en La Habana como redactores de La Gaceta de Cuba, yo lo admiraba y respetaba y por eso lo invité a que fuese editor asistente de Linden Lane Magazine, tras advertirle que el poder de decisión estaría en manos sólo de Heberto y mío, pues de otro modo habría el riesgo de pelearnos.

Pero lamentablemente, Reinaldo Arenas era una persona espiritualmente enferma, lleno de odio. No hay más que ver los libros donde intentó burlarse de amigos y enemigos. Y yo, que puedo ser también explosiva si me provocan, respondí a su cizaña del único modo en que sabía, con un exabrupto, pues eso de enviar 200 cartas diciendo que él renunciaba a Linden Lane Magazine por discrepancias ideológicas, no sólo era una mentira, sino una canallada. Y como tal lo tomé.

En fin, que cuando la revista cumplió diez años, eso no fue impedimento para que a través de emisarios le pidiese colaboración, y él accedió. De lo cual me alegro, pues nada tengo contra él. Creo que nos perdonamos mutuamente. Al poco tiempo murió.

La memoria que prefiero guardar de él es la de aquella tarde en la cafetería de la UNEAC en que sorpresivamente me dijo: "Cada día te pareces más a Virginia Wolf. No sé si en su belleza o su locura". Y, aunque a algunos pudiera sonarle ofensivo, para mí fue un elogio extraordinario, y me gusta recordarlo así. Y luego como el visitante de mi casa en Princeton, viniendo a comprar shampoo Shaklee, que yo vendía, y que a él le encantaba en particular. Era muy presumido con su pelo y siempre llevaba un peine de esos de los afros para peinárselo.

¿Y de Heberto Padilla, cuál es su último recuerdo también en relación a 'Linden Lane Magazine'?
Bueno, publiqué un número dedicado a él cuando se cumplieron los 30 años de Fuera del juego, y otro tras su fallecimiento, como homenaje. Dos meses antes había venido a Fort Worth, a nuestra casa, y todavía lo recuerdo sentado en una silla en aquel edificio que yo había alquilado para la galería de La Casa Azul.

Estaba muy enfermo, pero aquella imagen de él viéndome a mí pintar de azul la puerta de La Casa Azul es un recuerdo muy vivo. Creo que, aunque no lo dijese, no le quedó dudas de que mis proyectos no habían sido una locura. Aprovechando su estancia en casa, lo invité a dar una conferencia en La Casa Azul. Fue la última de su vida. La tengo grabada.

Si hay alguien dispuesto a colaborar con su revista: ¿qué debe de hacer? ¿A dónde remitir sus trabajos? ¿Acepta todo tipo de colaboración?
Pues enviar sus colaboraciones a lindenlanemag@aol.com. Todo el mundo es bienvenido. Lo han sido siempre y no voy a variar. No hay dos orillas para mí, hay canallas en cualquier parte.

En su texto sobre su poemario 'La Mujer de Lot', ha escrito: 'La poesía es una expresión del alma, un elaborado juego de resonancias desde donde habla el espíritu creador'. Es usted una mujer que pinta, escribe, edita, diseña… Pero ¿qué es lo que más disfruta hacer como creadora?
Todo, amigo Ihos. Soy una géminis y como tal, muy creativa. Pero ya que me pregunta le diré que hacer cosas, escribir, vivir, cocinar, amar, y predicar la Palabra de Jesús, los Evangelios, llevar sanación al espíritu de los que sufren , es mi modo de vivir y ser feliz.

Hablar de Dios es la forma más excelsa de crear. Y como Dios es Amor, con mayúscula, quisiera también abrir pronto mi Casa de Fe, Esperanza y Amor.

¿Volvería a vivir en Princeton, New Jersey, en aquella calle en donde vivió usted con Heberto Padilla, y de la cual decidieron ponerle el mismo nombre a la revista: 'Linden Lane' (Callejón de los Tilos)? ¿Qué es lo que más nostalgia le trae del lugar?Volvería a vivir en Princeton, pueblo al que amo y amaré siempre. Allí vivimos muchos años, en tres casas, y no es cierto que Heberto hubiese dado clases en la Universidad de Princeton. Nada de eso, ni nos invitaban a los actos. Ni fuimos nunca del agrado del Departamento de Literatura Latinoamericana allí. Al contrario, creo que nos odiaban pues les habíamos echado a perder la luna de miel con la Revolución.

No obstante, amé y amo a Princeton por razones esotéricas, y viviendo allí escribí, entre otros, mi novela El tabú de Princeton, aún inédita. En Princeton dejé enterrados a mi madre, y en la casa de la calle Markham Rd., a mi querido e inolvidable John, un perro que vivió con nosotros también el año que estuvimos en España.

Si contara con los fondos suficientes, me compraría una casa en la calle Linden Lane y abriría allí La Casa Azul: Centro Cultural Cubano Heberto Padilla, con todos los archivos que conservo y los de Linden Lane Magazine.

Una última pregunta: ¿Continúan llamándola por teléfono hasta en altas horas de la noche para darle opiniones sobre su poesía? ¿Qué le dicen? ¿Qué les responde usted?Me llaman los lectores de mi columna quincenal en el periódico Panorama News de Fort Worth. Gente que no me conoce, gente que no tiene nada de intelectual, pero que se sienten felices leyendo, según expresan, esos artículos, donde ellos encuentran aliento para seguir adelante con sus vidas, la mayoría de las veces llenas de conflictos y pesadumbre. Sí, también han leído alguna que otra vez mi poesía, y muchas otras cosas, y me satisface ese contacto personal con gente tan vital, respetuosa y linda. Yo siempre los animo a que mantengan la fe, a que confíen en ellos, en la capacidad de embellecer la vida, y que no se olviden de depositar todos sus problemas en manos de Dios, de dejar que Él los guíe.

I.Hernández


*Entrevista publicada el 1 de noviembre del 2011 en: http://www.ddcuba.com/cultura/7849-no-paro-y-eso-me-hace-saltar-las-barreras-del-tiempo

(En la foto: Belkis Cuza Malé, junto a Heberto Padilla, 1973)

martes, 6 de septiembre de 2011

CARMEN KARIN ALDREY, DE SU POEMARIO "ACEITE" Y DE PALABRAS DE PRESENTACIÓN POR MARIA EUGENIA CASEIRO

(En la foto: Carmen Karin Aldrey)
El pasado jueves 25 de agosto, en la Alliance Francaise (618 SW 8 St. Miami, Florida) se presentó el poemario ACEITE (Editorial Linden Lane Press) de la escritora, poeta, y artista Carmen Karin Aldrey. Allí (véase fotos) las palabras de presentación estuvieron a cargo de la escritora María Eugenia Caseiro, autora de Nueve cuentos para recrear el café, libro que he reseñado para este blog, y quien esa tarde dijo, ante los asistentes a la cita literaria...
(...) Karín ha aderezado su libro con una exquisita mixtura de poemas e ilustraciones que recogen, sobre el encanto de su obra plástica, la necesidad de dar cabida al orden de la naturaleza en la dulzura y la entelequia de los sueños, y ha hecho, sobre todo, una excelente elección a la hora de titularla. Me comentaba un amigo escritor que el título no le parecía literario. Pienso, y eso respondí, que no puede haber título más literario que éste. El artista debe caminar a la par de su tiempo para no quedarse rezagado, pero en este caso, Karín fue más allá de lo literario, incluso de lo no literario y se aventuró en la profundidad de su tiempo y en la seriedad, que también comulga, ¿por qué no?, con lo literario a la hora de poner un broche espléndido a su trabajo, con un título que además de ser todo un símbolo que desborda en sugestividad, pareciera ceñirse al contenido del libro y a su vez excederlo en conjunción irreprochable, que establece especial y espacialmente, ese sello personal de nuestra autora.

(En al foto: Manny López -promotor de la actividad- de pie, y al fondo)

Por supuesto, esto es un fragmento de la presentación, que será publicada íntegramente en el próximo número de Linden Lane Magazine, revista editada por Belkis Cuza Malé, quien ha sido en parte responsable de que este libro haya salido a la luz:

http://www.magcloud.com/browse/issue/199626

He escogido ese fragmento para celebrar en este blog parte de esa labor que Belkis Cuza Malé ha estado haciendo a través de LINDEN LANE PRESS. Pero, además, para mostrar una parte de esas palabras dichas aquella tarde de jueves, en Miami, en que María Eugenia Caseiro presentaba el poemario de Carmen Karin Aldrey, en donde uno leerá:
hay una luz de sorprendente belleza
en la suave línea de tus ojos

la claridad se adentra en las sombras
de pronto nacen ideas
*

*versos que aparecen en la presentación a cargo de M.E.

(En la foto: María Eugenia Caseiro)

Carmen Karin Aldrey. (Central Preston, Provincia de Holguín, Cuba, 1950). Artista, escritora, poeta, promotora cultural y aficionada a la Fotografía. Estudió Pintura en los talleres de Maja Design con el maestro ecuatoriano Antonio Jurado, en la Ciudad de Los Angeles. Ha publicado poesía, narrativa y trabajos periodísticos en diferentes espacios impresos y electrónicos. Su obra plástica ha sido expuesta en galerías de Estados Unidos y España. Es fundadora, directora y diseñadora de La Peregrina Magazine.

María Eugenia Caseiro. Narradora y poeta cubana. Miembro de la Unión de Escritores y Artistas del Caribe, de la Unión Hispanoamericana de Escritoresla, de la Asociación Caribeña de de Estudios del Caribe y Miembro Colaborador de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE). Integra la Muestra Permanente de Poesía Siglo XXI de la Asociación Prometeo de Poesía y el Consejo Editorial de La Peregrina Magazín (Miami, USA).

(fotos que acompañan este post: Marta Ramos)

lunes, 18 de julio de 2011

«VIVIR DE LA IDEA Y DEL OFICIO» (Entrevista al poeta cubano Sigfredo Ariel)

Hallar nuevas formas de concebir la poesía conduce a descubrir nuevas voces, nuevas lecturas entre los consagrados, los conocidos, nuestros contemporáneos; esos que, a lo largo de estos años, han estado cerca por elección propia y se han quedado de algún modo en nuestra lista de poetas (cubanos) preferidos por diversas razones. Pudiera nombrar ahora mismo algunos que, liados por el verso más cabal y persistente, estarán dándole forma y espíritu a la literatura que surge en (y desde) la Isla, independientemente del toque lírico más directo, cotidiano, coloquial, o subjetivo.

Pudiera mencionar algunos (nombres) que siempre estarán en esa lista (indiscutible) a pesar de las diferencias de estilo o región donde se habite. Hay varios nombres que saltan inmediatamente si alguien pregunta ahora mismo por los que han ido labrado ese camino de versos y metáforas. Tal y como, a mi modo de ver, ocurre con el del autor de los poemarios Algunos pocos conocidos (1987), Hotel Central (1998), y Born in Santa Clara (2006), entre otros títulos que, como a tantos lectores, nos ha permitido llegar hasta notar ese dominio con que combina lo cotidiano, lo sensorial, lo lírico.

Me refiero a Sigfredo Ariel (Santa Clara, 1962) quien, además, ha tenido que ver con el guión de la película Miradas (2000), Premio de guión inédito en el Festival de Nuevo Cine Latinoamericano de la Habana; y con diversos programas de radio en la capital habanera; también ha sido asesor musical de la película Buena Vista Social Club (1998), productor de discos de música tradicional cubana, y hasta director, en su momento, de la Revista de Música Cubana de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Por lo que, me pregunto y por lo tanto, pregunto al propio poeta:

¿Detrás de tanta acción, qué es lo que predomina más en Sigfredo Ariel, y por qué?
Detrás de todo eso está el mismo tipo sentado ante una página en blanco para narrar lo que siente, recordar lo que sintió o intentar descifrar lo que le rodea. Está una cierta manera de ver las cosas, claro, pero que ni él mismo podría describir muy bien. ¿Qué predomina? Bueno, en el desorden, un esfuerzo por meter el idioma en cintura a ver si logra expresar con alguna buena suerte lo que pasa o está en la cabeza, más claro, más oscuro. Cambian los lenguajes, los propósitos, los temas, pero mi bronca constante es con el idioma español.

Me cuentas que acabas de terminar un nuevo libro, que has titulado: “Objeto Social”. Poemario escrito a petición de la editorial de Santa Clara: Sed de Belleza. ¿Podrías contarnos de este proyecto en el que has estado trabajando?
Yo había escrito algunos poemas en los cuales la realidad social -tal vez mejor sería decir el ejercicio social- aparece de manera bastante clara, y quería agruparlos con ese título, que tiene para mí divertida resonancia burocrática. En una fiesta en Caibarién, Isaily Pérez, joven escritora, estoy seguro que de las mejores poetas de su generación, me pidió un cuaderno para esa editorial que ella ahora dirige. Me gustó la idea, me halagó mucho y “me aproveché” de la invitación. Comencé no sólo a trabajar en los textos, sino a complicar la cuestión con elementos gráficos que –pretendo– dialogarán con los contenidos, o jugarán con ellos desde el contraste. Algunos trabajos de “Objeto social” se han publicado por ahí, en antologías y revistas, pero creo que van a ir mejor en el libro, con el divertimento gráfico.

¿Algún otro proyecto sobre música, ensayos artículos, o poesía?
Quiero reunir en un libro textos relacionados con la música cubana y en otro volumen, páginas que he ido acumulando sobre escritores, músicos, libros y otros temas. Preparo un nuevo libro de poemas al cual nombraré “Morirás como un perro en Singapur o Recreos para la burocracia” que tendrá un trabajo gráfico aún mayor que “Objeto Social”. No sé quién querrá publicarlo.

¿Cómo defines tu poesía más allá de lo coloquial que hallamos los fieles seguidores de la poesía actual cubana?
Me cuesta imaginarme algo que se llame “mi poesía”. Cuando enfrenté a mi antología de Ediciones Unión me sentí extraño, como un intruso en lugares ajenos. Creo que lo que he escrito no es de lo peor que ha producido mi generación, sin falsa modestia, pero carezco de visión de conjunto para definirlo. Supongo que en mis libros he logrado alguna coherencia, ojalá no haya remachado demasiado sobre el mismo yunque.

¿Existe algún poeta dentro de la Isla que te haya marcado o influenciado? Y ¿fuera de Cuba? ¿Y hasta que punto has sentido esos influjos?
Llevo trazas (o memorias, mejor) de poetas y poemas, casi los mismos, desde hace muchos años: el gran Martí de los versos libres, por ejemplo. Soy siempre lector feliz de Rubén Darío, de José Emilio Pacheco, de Mariano Brull, y de Gabriela Mistral desde mi adolescencia, y también de poetas mínimos que se recuerdan por una letra de canción, si acaso. Me gustan mucho, sinceramente, los poetas cubanos de mi edad.

¿Crees que para leer, o entender la poesía, aunque muchas veces sea coloquial como la que haces, hay que saber leerla para entenderla? ¿Cómo valoras al, digamos, “buen lector” de poesía?
He comprobado muchas veces que un poema puede colocar a alguien en el camino de la poesía, casi por accidente. En mi caso fue un pequeño libro de Agustín Acosta, del sello Bruguera, editorial que publicaba también las novelitas de Corín Tellado.

A mi padre le gustaba que leyera para él, en voz alta, interminables tiradas de “La Agricultura en la Zona Tórrida” de Andrés Bello, ejemplo de poema que aunque está escrito en claro castellano se deja de entender o deja de interesar en un punto del camino por borrachera de palabras o puro aburrimiento. Dios me perdone.

No me interesa la pirotecnia experimental ni los poemas en cazuela para agradar a otros poetas, mucho menos para congraciarse con la crítica holgazana que automáticamente se pone a hablar de madureces y renovaciones.

Un lector ideal de poesía podría ser quien tenga tan “buena boca” que entienda y disfrute todo lo que es o que se declare poesía. No creo que exista tal espécimen. He tenido la suerte de que personas que no leen (o no habían leído) poesía me hayan escrito, o se hayan acercado a mí por un texto, por un libro mío que han abierto por casualidad. Eso es mucho más de lo que yo aspiraba.

Siento una especie de responsabilidad con ese tipo de lector que un buen día cae en el jamo y descubre que un poema no es necesariamente un artefacto que emite señales inextricables, sino que expresa algo que al lector le interesa o le puede servir de algo. La poesía no tiene por qué ser odiosa ni tan altiva que sólo piense en lo literario. Eso lo aprendí con los años, y no sin golpe. Pero es más complicado.

Todo el mundo (lector habitual de poesía o no) se encanta con “Una oscura pradera me convida”, de Lezama, en la cual no hay nada qué entender, sin embargo me dicen “no comprendí media palabra” sobre páginas que yo creí haber compuesto para que todo el mundo entendiera. Lo que no falla es que, en poesía, como en muchas otras cuestiones, lo bueno es bueno.

De tus libros publicados hasta hoy, ¿cuál es el preferido y por qué?
Creo que en “El enorme verano” (1996) hay buenas páginas mías aunque es uno de mis libros más desventurados. Lo organicé mal y lo hice confuso. Hacía diez años que no publicaba. El libro salió en días de la extensa crisis que ahora llaman “los peores años del periodo especial” y lo vendieron en dólares, para colmo. Estuve años desentendido de “El enorme verano”, pero ya se me está pasando. También me cae mejor ahora el tipo que lo escribió.

Has recibido los premios nacionales de poesía: David (1986), tu primer premio; también el Premio Abril (1990); el Pinos Nuevos (1995); el Nicolás Guillén (2002); en dos oportunidades has sido galardonado por el Caimán Barbudo (1985 y 1988) y el Julián del Casal (1997 y 2004), entre otros. ¿Hasta dónde valoras ser un bardo premiado? ¿Crees que los premios conducen directo a la fama?, aunque el poeta, en general, no persigue la fama, ¿o me equivoco?
Los premios me han dado algún dinero, gracias a lo cual pude vivir por temporadas con menos desasosiego. He podido viajar a algunos países, también he conocido y hecho amistad con valiosos seres humanos, artistas o no, gracias a los premios. Fuera de esa relación utilitaria, premios y poesía no tienen nada qué ver. Ser más o menos conocido trae algunas ventajas en el orden doméstico-literario, en ningún otro campo. He observado que quienes toman más en serio los premios y “el figurao” son quienes menos leen o interesan tus textos. Es un buen ejercicio ver en los periódicos que el premio que ganaste el año pasado lo recibió hoy mismo un poeta que consideras pésimo.

¿Existen palabras recurrentes, o preferidas a la hora de hacer tu poesía?
Sí, muchas. Y tengo que estar en guardia permanente frente a esas “palabras recurrentes”: los adverbios de modo, por ejemplo, y ciertos sustantivos que no voy a nombrar (faltaba más), pero que al menor descuido se cuelan en otro poema. Como de un tiempo a esta parte tengo la tendencia de utilizar giros coloquiales en mi poesía, estoy atento para evitar su repetición. Las “palabras preferidas” y los recursos de estilo usados como fórmulas suelen ser mugre en la poesía. Hay buenos poemas de algunos autores fabricados a través del atrezzo o el truco. Nadie dijo que este oficio es por entero inocente.

¿Hay algún tema en especial por el que te sientas identificado, atraído, que ya hayas tocado en tu poesía, o aún estás por abordar?
Desde mi primer libro vuelvo a dos o tres temas: la vida en Cuba, cambiante, siempre difícil; su rara actualidad y su pasado como elementos de la imaginación (la memoria ajena).

He escrito muchos textos que aluden a la relación de pareja, por cierto no todos autobiográficos. Una constante: el uso de referencias a la música popular, casi siempre antigua, cubana o americana.

Mi viejo y buen amigo Antonio José Ponte publicó en La Habana Elegante unas páginas sobre mi poesía que me explicaron o aclararon algunas cosas de mi trabajo que yo no tenia claras en absoluto. Su texto me alumbró y me halagó. Si algún día me sintiera desanimado con “mi faena poética” iré a esos párrafos de Ponte para levantar la moral y seguir adelante.

Sí tengo una aspiración: me gustaría, más que poder abordar un tema determinado, conseguir una lengua cada vez más jovial, más ligera, para decir las cosas.

¿Qué necesitas para crear, para plagar con palabras la página virgen? ¿Tienes algún sitio o método en especial que prefieras para escribir poesía?
Llega la idea de un poema, casi siempre, en forma de una línea o un “tono”, nada más. Si estás muerto de sueño tras un día de trabajo o de torturas hogareñas y no te levantas a apuntar esa línea, la perdiste. Si la recuerdas mañana, ya no servirá.

Cuando lo que llega es el “tono” es peor, pues hay que interrogarlo muchas veces hasta encontrarle su contenido. A veces parece que llega todo el poema de un tirón (con zonas que claro, tendrás que cercenar) y puedes pasar horas con el lapicero dando contra el papel. No sé si a esto es lo que los antiguos llamaban inspiración.

Sé que la poesía lo busca a uno, a cualquier hora, estés con quien estés y donde estés. Es un estado de alegría, también, de sobrexcitación, si quieres. También de inconsciencia, me parece a mí. Yo reviso mucho, sobre-escribo, cambio cosas hasta última hora. En días de revisión (que son también de escritura) me enclaustro y vivo la quimera de la total concentración. Así es como a menudo “desgracio” textos por poda excesiva o por injertos malogrados.

Un poema fallido es peor que un poema malo. Es dramático verlo cojear, advertir cuánto le falta o le sobra.

¿Si te dieran a escoger entre Santa Clara y La Habana cuál preferirías?
En el año 99 pensé “quedarme” en Montreal. En esa idea tal vez haya intervenido, como publicidad indirecta, los libros y canciones de Leonard Cohen, a quien leía y escuchaba con entregado fervor por aquella época. A inicios de este siglo (vaya frase) pasó por mi cabeza irme a vivir a Santo Domingo. Alguna vez soñé trasladarme a Cádiz, por un tiempo, y en un momento de crisis personal me pareció que todos mis males los podría curar el pueblecito costero de Gibara, en Holguín. Como ves, siempre ha estado el mar como destino. Qué curioso. Los del centro de la isla necesitamos vivir cerca del mar, en eso coincidimos muchos amigos que hace tiempo ahuecamos el ala de Santa Clara (ciudad sin mar / lejos del mar).

Santa Clara es para mí un state of mind, como dice la canción. En un poema dije sobre ella: “parva ciudad / la única en que existo”. Me refería a cierto misterio que compartimos la gente de allá que nos asemeja y nos hace familiares, estemos donde estemos, vivamos donde vivamos. La Habana es la ciudad que he comprendido mejor para vivir, hasta ahora. Desde niño supe que viviría aquí.

Y del cine, después de la película Miradas, de Enrique Álvarez, ¿no ha surgido algún nuevo guión, alguna sinopsis atrapada en apuntes?
Kiki [Enrique] Álvarez había ideado el argumento de esa película. Yo trabajé en su desarrollo, en la estructura dramática, la redacción de diálogos en las distintas etapas por las cuales pasa un guión de cine. Miradas navegó con mucha suerte, ganamos una beca en Holanda mientras la escribíamos y recibimos el premio de mejor guión del Festival de Nuevo Cine de La Habana. Después he trabajado en guiones de otras películas, a veces con crédito, pero a menudo como mano negra del guionista. He estado detrás de algunas producciones audiovisuales referidas a la música popular cubana, entre ellas Bailar para vivir, de Manuel Gutiérrez Aragón y más reciente, en un estupendo documental sobre los 500 años de la ciudad de Baracoa que ha filmado Mauricio Vicent.

No tengo boceto de argumento propio ni apunte de sinopsis esperando en un cajón del escritorio. Tal vez “no tenga pa’ eso”, y lo digo con cierta melancolía. Qué le vamos a hacer. En realidad, lo mejor que he hecho en los medios audiovisuales o en el periodismo ha salido por encargo. No tengo nada en contra de los trabajos por encargo.

¿Qué programas realizas para Radio Ciudad de la Habana? ¿Desde cuándo trabajas para Radio Ciudad...?
Comencé a trabajar allí en 1985. A finales de esa década la emisora [Radio Ciudad de la Habana] se había convertido en centro de reunión de jóvenes escritores, periodistas, humoristas, actores y músicos. A pesar de que le advirtieron del peligro que corría, la directora de entonces dio trabajo en esa estación a muchos jóvenes escritores –Ramón Fernández-Larrea, Alberto Rodríguez-Tosca, Eduardo del Llano–, músicos –Frank Delgado, Iván Latour–, actores –Ulises Toirac, Luis Alberto García, Wendy Guerra–, periodistas –Camilo Egaña, Joel Valdés y Edmundo García– quienes, sin formar un grupo estético homogéneo ni mucho menos, refrescaron el chato ambiente de la radiodifusión habanera con inteligencia y desinhibición en unos años tétricos (inicios de la década de 1990).

Trabajé en muchos programas musicales de diferente corte, en el diseño de la programación, en la sonoridad de la emisora –jingles, publicidad, mensajes–, y escribiendo y dirigiendo series mitad didácticas, mitad humorísticas dedicadas a los niños (La esposa del murciélago; Quiero hablar contigo).

Suspicacias y prejuicios de las autoridades políticas hicieron abortar aquella experiencia cuando encontraba su mejor momento profesional. Fui el primero en llegar y el último en irse de los de aquel grupo. Para entonces nada quedaba, salvo algunos títulos de programa y un slogan que hace tiempo carece de sentido: Radio Ciudad, la diferencia.

¿En Cuba te reconocen, o te identifican mejor en la calle, cómo el realizador radial o el poeta?
Pienso que tener un nombre poco común ayuda a la gente a que lo memorice. Aunque no soy el menos conocido de los poetas cubanos, me da mucho gusto que un profesional en cualquier parte de la isla o en otro país me diga “claro, nosotros oíamos sus programas de radio cuando estudiaba en La Habana”, también hay quien recuerda “La hora de las brujas”, disparatado programa de televisión que creé a inicios de la década del 90 que permaneció varios años en el aire, o Los grandes todos, un programa radial diario de música tradicional cubana, o a través de muchas notas y diseños que he hecho para cassettes y discos compactos.

Algunos colegas escritores se burlan de mí por mi adeudo por el son montuno, la guaracha y el mambo. Lo hacen a mis espaldas, por supuesto, eso me importa un pito, ellos se lo pierden.

¿Qué esperas suceda con Sigfredo Ariel: el escritor, el guionista, el asesor y productor musical, el director de programas radiales y, sobre todo, el poeta?Creo que ese es uno de los contenidos que más ha frecuentado y frecuentará mi poesía es la actual y total incertidumbre ante el mañana. No el mañana como abstracción, sino frente al “mañana mismo”, no sólo personal, sino colectivo. Es una intranquilidad nacional de las más hondas. Mucho de ese desorientado desconocimiento se metió en mi nuevo libro, porque está en la atmósfera del país, en todo el que conozco.

Hay una breve página en El enorme verano con mi nombre que termina con una simple aspiración que viene a cuento ahora, me parece a mí, y que hasta el momento continúa siendo eso, en lo esencial, un empeño irrealizado:
y que no pase el tiempo acumulado
para amar unos ojos y tenerlos
y vivir de la idea y el oficio
.

(Ihosvany Hernández, verano del 2011)
entrevista  publicada en la revista Cañasanta: http://www.canasanta.com/entrevistas/entrevista-al-poeta-cubano-sigfredo-ariel-0000001.html
(Fotos de Sigfredo Ariel, por Eddie Mayo)
DEL ENTREVISTADO:
Sigfredo Ariel (Santa Clara, 1962), ha publicado los libros de poesía: Algunos pocos conocidos (Editorial Unión, 1987) Premio David, 1986; El enorme verano (Editorial Abril, 1995) Premio Pinos Nuevos; El cielo imaginario (Ediciones Vigía, Matanzas, 1996); Hotel Central (Editorial Unión, 1998) Premio Nacional de Poesía Julián del Casal; Los peces & La vida tropical (Editorial Letras Cubanas, 2000); Manos de obra (Editorial Letras Cubanas, 2002) Premio Nicolás Guillén, 2002; Born in Santa Clara, Ediciones Unión, 2006 y 2007 (Premio UNEAC de Poesía “Julián del Casal” 2005, y Premio Nacional de la Crítica 2006), entre otros. Además, ha recibido los premios de poesía El Caimán Barbudo (1985 y 1988), La Gaceta de Cuba (1995), y el Premio Abril (1990), el Premio Internacional ULCRA del Audiovisual Latinoamericano (México D.F., 1990), entre otros. Asesoró la película Buena Vista Social Club (1998). Ha producido discos de música tradicional y popular cubanas para numerosas firmas disqueras internacionales. Poemas suyos han sido traducidos al inglés, alemán, ruso, italiano y francés. Aparece en numerosas muestras y antologías de la poesía cubana contemporánea.

sábado, 14 de mayo de 2011

HAY QUIEN SE PRESENTA CON EL VERSO: LUIS MANUEL PÉREZ BOITEL*, ENTRE LA ARENA DE SU PAÍS Y LA POESÍA


Luis Manuel Pérez-Boitel (derecha) junto al poeta hondureño Roberto Sosa (izquierda), Premio Casa de las Américas 1971.

El poemario Hay quien se despide en la arena fue seleccionado en enero de este año como ganador de los Juegos Florales de Tegucigalpa 2010, Honduras, en donde un jurado integrado por el poeta español José María Muñoz Quirós, la poeta mexicana Blanca Luz Pulido y el poeta hondureño Rigoberto Paredes decidieron, por unanimidad, conceder el premio único por el dominio de diversas modalidades expresivas, por la estructura interna, por la recreación de mundos en el contexto poético, entre otras aspectos que destaca el acta que aparece al inicio del libro, al poeta cubano, abogado de profesión: Luis Manuel Pérez Boitel.

IHRegresas de Honduras adonde has ido a recoger tu Premio dotado de 5 mil dólares, la medalla, y además una parte de los libros editados por La Ronda como parte del premio, y quisiera indagar en tus impresiones de este viaje, de la estancia, y sus resultados: ¿Cómo definirías todo este momento en que supiste alcanzaste el I Premio iberoamericano de Poesía Juegos Florales de Tegucigalpa hasta hoy en que ya estás de regreso en Remedios, Cuba? Y, ¿qué hiciste en esa ciudad como parte de las actividades organizadas por este evento?

LM— Lo definiría con un gran voto a favor de la poesía y de personas que tienen un gran empeño para que este evento se mantenga desde Tegucigalpa. Este premio, más que la dotación económica, la medalla, tiene un incentivo mayor que es el viaje a Honduras y las atenciones que se reciben, yo creo que forma parte de un replanteamiento a los diferentes eventos literarios, que en ocasiones se articulan sin el lado espiritual, donde el creador pueda tener una mayor comunicación con un público y sentirse parte del evento. Ha sido impresionante mi encuentro con los estudiantes de las diferentes universidades, escuelas y en las comunidades donde leí mi obra.

Fueron días de gran intensidad, además la idea de que el libro se regale al pueblo, es algo que se debe aplaudir, es una especie de convocatoria a la lectura muy particular, que yo agradezco. Creo que la publicación de la obra en tres ediciones, es también sorprendente. Tengo tantas emociones y tanta alegría de conocer personas tan extraordinarias e inteligentes que me atendieron y compartieron conmigo, que serían insuficientes mis palabras. La posibilidad de donar un grupo de libros de autores cubanos a la biblioteca nacional de Honduras fue algo emotivo para mí. Pues creo que la literatura en la isla es excelente y bien que valía incorporar en mi equipaje, para que me acompañaran a esos autores que fui seleccionando para que pudieran ser leídos en Tegucigalpa.

La alegría de compartir desde la poesía con el pueblo de Honduras fue una gran oportunidad que yo agradezco en particular a la Alcaldía de Tegucigalpa y a todos las demás instituciones que apoyaron dicha convocatoria.

IHHas ganado más de una veintena de premios con tu poesía, dentro de estos premios destaco sólo un par de ellos: “ Premio Casa de las Américas 2002” (La Habana), y el “Marius Sampere 2007” (Barcelona). Con todo ese aval, ¿te consideras un poeta con Buena Suerte o un poeta con Oficio?, ¿podrías comentar un poco sobre ese criterio dado?

LM— Me considero un poeta, simplemente un poeta. Tener suerte o no, es algo importante, pero no decisivo. Hay personas llenas de rencores, envidias, mediocridades, que en vez de ser y “el ser iluminados” apuestan por otro tipo de suerte. Por lo que la buena suerte, es un término muy subjetivo, aunque le esencia motive cierto beneficio para el que lo articule. Yo pienso más en ayudar a la suerte, de crecerme como persona ante la magistral puerta que impone la vida, en poder leer con toda la intensidad del acto, de un modo hedónico, pudiera decir. Cuando amanece, tengo fe de que las cosas pudieran mejorar, mirar de un modo diferente la vida, de estar en paz conmigo, de respirar y sentir que hay altares mayores, que hay un Dios que siempre será justiciero, y que además también habrá un tiempo mayor. Te confieso que a esa hora la suerte está conmigo, y no la busco, simplemente está conmigo.

El oficio es otra cosa, el poeta no hace un oficio, más que todo asume una necesidad desde la impericia que impone asimilar las palabras, buscarle un trasfondo a lo pudiera enmarcarse en una dimensión física y mutarlo en los versos. En un raro divertimento se asume más que un oficio, una especie de epifanía a favor de un ritual que nos hace más partícipe de la necesidad de trasmitir lo que otros no pueden.

Residir desde estas búsquedas, sería asumir que esos premios literarios han sido a mi obra, y no para mi persona. Que cuando participo en un evento no compito contra los demás participantes, ni pretendo ganar adeptos. Prefiero que me lean, que la comunicación posible sea a partir de lo que escribo y de lo que dejo para un tiempo venidero. Que sólo compito contra el libro anterior que publiqué, contra el pasado que significan esos versos que ya se conocen; aunque al final te confieso que nadie puede competir contra el tiempo, que simplemente es un juego al azar, una necesidad de compartir lo que uno hace con toda la felicidad del mundo.

IH¿Crees que todo poeta trabaja siempre, o casi siempre, dentro de sus propios temas, esos que va imponiendo involuntariamente en cada obra, o crees que ocurre lo contrario y por qué? Y en tu caso: ¿consideras que escribes casi siempre sobre tus mismos temas, o no?

LM— El poeta siempre escribe sobre una trinidad que impone el ayer, el hoy y el mañana. Es una especie de salvación donde la duplicidad es tan necesaria para deleitarse y deleitar al otro (el otro como receptor posible), una duplicidad que para Lezama, por ejemplo, pudiera parecer como continuidad del punto que se vuelve linealidad. Una especie de tauromaquia contra las apuestas del “espíritu” para comprender la dimensión del “ser”. Entonces el punto pudiera significar retrospectiva o fusión. Un punto. Simplemente un punto. Un alto en la parada, quizás una rara cosmogonía a favor de descifrar de dónde partimos, lo que para Lezama, para continuar el ejemplo, era desde la poesía el testigo del acto inocente. En esa resultante el poeta avanza en busca de otros cielos, de otras reinterpretaciones donde la temporalidad es también captada con toda la fragua de las palabras. La linealidad es aquí domesticable y el poeta pudiera reivindicar sus paisajes. Los paisajes como resultantes de esos otros derroteros donde el bardo pudiera avizorar otros dibujos, e intentar compararlos, repetir sus líneas, desvirtuar sus rostros, su sombra, en ese “raro e impensado” deleite de continuar la linealidad lezameana que no es otra cosa que una extraña asociación de imágenes. Imágenes diversas, donde siempre el poeta traza su país más verdadero. En mi caso, prefiero jugar con esa sustancia que está debajo de cada palabra, en un viaje hacia la gran posibilidad de la imagen. De buscar hallazgos que compulsen mis plegarias, en un sistema poético que bien pudiera ser de no asociación de épocas y pasajes. La poesía es lo que más pudiera jugar con los vericuetos que el espíritu nos reafirma en otro estado del ser.

IH¿Qué podría hallar el lector en este libro de novedoso?

LM— El extraordinario poeta español José María Muñoz Quirós, advierte en el prólogo de este poemario: “Poesía para sucumbir en el mar de los días contemplados con los ojos que habitan la luz, para escuchar la libertad que a veces se escribe desde el hondón del alma. Busco tu despedida y la arena me escribe un nombre en sus cuadernos de soledad. Busco ser yo en la diáfana luz de una hermosa despedida en los confines últimos del silencio”. Creo que mejor definición no pudiera yo dar, a no ser la posibilidad de que el lector encuentre sus libertades, sus limbos posibles. Yo no pudiera categorizar un acto que queda abierto al que es capaz de adentrarse a los círculos que estas páginas convocan. Lo novedoso está en el pensamiento del que vive esos países, que son los poemas anclados en esa hermosa edición que han realizado los miembros de la comisión permanente de los juegos florales, en la colección La Ronda.

IH ¿Hallas algo relevante en este oficio de ser poeta hoy en día cuando la gran mayoría de los lectores en el mundo entero persiguen novelas o andan casi todo el tiempo, hablo más bien ya fuera de la isla de Cuba, con una pantalla digital en donde pueden saber del mundo, de lo que ocurre en el mundo más allá de lo sublime?

LM— Lo sublime está en deleitarte en esa libertad que impone el espíritu, en esa comunión con Dios y las cosas verdaderas que has edificado como si fueran verdades inequívocas. Yo no juzgo a los que piensan contrario. Todos tenemos la oportunidad de estar desde la gradería y confiar en esa elección de lo que se quiere ver. De defender nuestras “pequeñas islas” que son los “mayores mundos”. Yo prefiero mejor vivir desde la poesía, abrir un libro como si fuera un universo que nos asemeje a lo incógnito y allí dibujar una casa. Sin importar la tecnología, toda vía es posible y todavía es posible buscar los modos otros, los espacios que sostienen lo que necesitamos o aparentemente necesitamos. Nada me hará perder la fe y de ser una persona que residirá entre dos siglos.

IH¿Crees que la poesía podría salvar a quien la escribe? ¿Cómo podría redimir la poesía al poeta? Y en tu caso personal, ¿crees que la poesía te redime, digamos, del caos existencial?

LM— Si creo que la poesía salva. Cuando mi padre murió en 1988 te confieso que quedé muy solo y la poesía fue mi fiel compañera. A deshora, cuando pensé que la vida me jugaba un mal momento, leía con una intensidad extraordinaria. El poeta se redime pensando que lo que escribe es lo que debe escribir, apostando por sus verdades y sus miedos. Yo creo que desde que escribí mi primer poema, que recuerdo fue estando en la universidad central de Las Villas, la poesía me salvó. Y es que uno se salva siendo feliz con lo que hace, deleitándose con lo que prefiere necesario, jugándose el todo con ello.

IH¿Sientes alguna diferencia entre tu estilo de hacer poesía y de la de otros poetas cubanos de tu generación en Cuba?

LM— Yo formo parte de una gran tradición literaria en mi país. El término generación y/o promoción me resulta algo inconsistente. Pero te confieso que en Cuba la poesía, a diferencia de lo que algunos críticos literarios en la isla dibujan como algo epigonal, coloquial, displicente, descubro una poesía de extraordinarios estilos. Y mucho más que estilos, de tonos poéticos que se endilgan o configuran a partir de cada provincia, con particularidades diversas y con un orgiástico sentido de intercomunicación. Sin embargo, creo que la poesía en mi país es muy desconocida en el mundo. Que los poetas en mi país somos desconocidos, y que incluso nos desconocemos unos a los otros. En el caso de mi obra, te confieso que la asumo con una visión más plural del acto de creación y con una intensidad marcada por cada palabra y cada libro.

IH¿Crees en verdad que: “hurgar en el vacío/ es mejor que ignorar el vacío? ¿Y si te digo: busca en el enemigo,/ en qué se parece a ti”… qué me respondieras?

LM— Hurgar en el vacío es como buscar lo mínimo. Ignorar el vacío es como aceptar que no hay nada que buscar. Pienso que la indagación es un acto de fe, yo siempre apostaría por tener un simple indicio de lo que pueda ser salvado. Buscar en el enemigo en qué se parece a ti, es descubrir sus dudas, sus miedos posibles. Es reconocer por qué es precisamente ese tu enemigo y no otro. Es saberse compulsado a otros estadios y superarse para diferenciarse del que te mira mal, del que no te acepta tal y como eres, un hombre pequeño, temeroso del tiempo, enemigo como él de otras tempestades.

IH— “hay quien se despide/ en la arena, pero nada es casual, nada es realmente/ tan exacto como un palabra que no tendría sentido/ si no existiera esa fe de salvar el cuerpo…” has escrito, y digo ahora: esa fe por salvar el cuerpo o el nombre, ¿cómo se manifestaría en Luis Manuel Pérez-Boitel de imponérsele el olvido?

LM— Con una simple sonrisa respondo si se impone el olvido. El olvido es tan necesario, en ocasiones… como ese viaje a favor de conservar nuestras sagradas utopías. Si se olvidara mi nombre pudiera preferir que quedara la huella que se dibujó, el silencio que se compartió, el amigo que festejó por el silencio, el país que algunos piensan que es mayor, la arena que se compartió, la soledad del cuerpo impenitente y fugaz como las palabras que ya no pueden tener otras plazas.

I.Hernández
Abril 25, 2011
*Luis Manuel Pérez Boitel (Cuba, Villa Clara, 1969) poeta y abogado. Posee un extenso currículo literario, y tiene en su haber varios premios entre los que destacan el Casa de las Américas (2002), el Premio Internacional de Poesía Nosside Caribe en Italia (2004), el Premio Internacional Desiderio Macías Silva (2005), y el Premio Internacional de Poesía Màrius Sampere en Barcelona (2007). Ha asistido a festivales de poesía de América Latina y Europa, y su obra ha sido traducida al inglés y al neerlandés.

(Esta entrevista ha sido publicada en Cañasanta: http://www.canasanta.com/entrevistas/entrevista-al-poeta-luis-manuel-p-rez-boitel-00000000001.html)

viernes, 29 de abril de 2011

NUEVE CUENTOS ACOMPAÑANDO EL CAFÉ DE CADA MAÑANA

A la gran mayoría de los cubanos nos gusta el café. A la mayor parte de los que nacimos en la Isla, todas las mañanas nos despertaba el aroma inconfundible de lo que se preparaba en la cocina para los que luego lo beberíamos de un trago; o en la leche, si es que entonces había.

En la mañana, el rito hacer el café, ese que preparamos fuerte y, de ser posible, con nada o con muy poca azúcar, me acompaña también hoy en esta otra isla llamada Montreal. Lo bebo a sorbos, sin apuro, mientras, también como una rutina diaria, me hago acompañar de alguna lectura para descubrir nuevas voces, estilos, narraciones; tal y como me sucede al leer Nueve cuentos para recrear el café (edición bilingüe: francés y castellano, de Equi-librio Editions 2009, Lyon, Francia) de María Eugenia Caseiro, quien primero conocí como poeta, y hoy la descubro narradora gracias a ese ejemplar que me ha llegado con su rúbrica, a petición propia.

Desde esa portada, y contraportada, con detalle de la artista también cubana Amelia Peláez (1996-1968), ese vitral que el sol resalta con sus primeras luces, se nos deja claro que: la “cubanía”, es (y será) la palabra que se extiende, que goza, que podría catalogar cada página de esa colección de cuentos que a la vez es una primera muestra de la narrativa de la autora.

Caseiro nos acerca a un ambiente cubano desde el cuento: El círculo; allá, en un verano de Nueva York, la voz del narrador, de entrada, resulta placentera, una voz cercana que nos cuenta de un personaje marginal cubano, que bien podríamos catalogar de todos los tiempos, aunque evidentemente se mueve en una época pasada. Vive aquel en sus recuerdos, y lo cuenta de una manera coloquial, callejera, pero, lo mejor, sin llegar al cliché de lo chabacano, de lo típico, porque, aseguro, el estilo narrativo ha sido cuidado hasta el deleite:

«Me cansé de andar huyendo, de recorrer mundo a la deriva llevando sobre mis hombros el fantasma de un gendarme. Lo maté en legítima defensa, le clavé mi cuchillo hasta la empuñadura…»

En este primer cuento del libro, se parte de un presente, para ir a un pasado que, a su vez, retorna el punto de partida, al punto de origen de la narración:

«… era yo por aquel entonces, un soberbio ejemplar de macho, genuino y distintivo exponente (…) Ello me condujo a declararme el rey de los varones y el dueño de la primera taza de café con leche y pan con mantequilla que se despachaba, gratis para un servidor, en el café La Estrella, en donde la mulata Luisa, con más curvas que una botella de Coca Cola, arrastraba por los pelos a cualquier hembra que se le atravesara entre ceja y ceja. »

Existe algo que logra viabilizar la limpieza en cada narración. Sobre todo de El Círculo, y, la Descarga matinal a lo cubano, por sólo mencionar dos ejemplos claves, y que bien han sido ubicados en el libro. En ambos casos: el humor, la sutileza, lo autóctono de la isla de Cuba nos hace sonreír, y con todo satisfacción, ante frases como en la del cuento final (premiado en el 2007 en el concurso Artesanías Literarias).

«Mira lo chiflada de mi nieta, se pasa la vida contando las calorías que le entran y le salen del cuerpo como si fuera una cuenta bancaria en donde es mejor perder el peso que ganarlo… »

Otro de los nueve que conforman este libro, y que me llama mucho la atención es: El hombre del cartucho, en donde hallo picardía y dinamismo:

«… toma la envoltura misteriosa que el tal Mamerto le extiende, no sin antes mirar en todas direcciones como si alguien lo estuviese expiando (ese alguien soy yo, pero no se da cuenta). Por la forma del paquete, creo que se trata de un brujazo, o sea, uno de esos remedios tan usados en nuestra tierra con el fin de cambiar el rumbo de algo. (…)»

Existe en estos cuentos liados por la idea de lo tradicional, y hasta por el gusto de nuestro café (ese que no podría ser jamás, de ninguna manera aguachento) una unidad de estilo y voz propia que su autora ha sabido ensamblar para entregarnos parte de nuestra identidad; evitando, de alguna forma, extraviar nuestro origen, así vivamos en la América del Norte, en la del Sur, o en la vieja Europa.

En la sala de espera de una clínica, en un prostíbulo, en una calle habanera, o ante un retrato familiar, son algunos de los espacios narrativos que forman parte de el ambiente aquí dado entre chulos, mujerzuelas, y hasta algún espectro que llega para recordar lo que se fue, lo que fuimos, de dónde llegamos, hacia dónde vamos; interrogantes que uno acabaría por responderse si toma en cuenta la línea narrativa de estos cuentos, dirigidos, sobre todo, al lector cubano o a aquel deseoso de conocer lo que de narradora existe en una poeta llamada María Eugenia Caseiro.

María Eugenia Caseiro es escritora, poeta, ensayista. Nace en La Habana, Cuba. Reside en Estados Unidos.
• Integra la Muestra Permanente de Poesía siglo XXI de la Asociación Prometeo.
• Miembro del INPL (Instituto Nacional de Periodismo Latinoamericano, e IFLAC (Foro Internacional para una Cultura y una Literatura por la Paz).
• Miembro Colaborador de La Academia Norteamericana de la Lengua Española
• Presidenta del Círculo de Amigos de La Academia de la Historia de Cuba en USA.
• Miembro del equipo de redacción de La Peregrina Magazine de Miami y miembro del Consejo Asesor y de Redacción de Analecta Literaria, revista de Letras, Ideas, Artes y Ciencias (Buenos Aires, Rosario, Texas, Dakota del Norte).
• Miembro de la Asociación caribeña de de Estudios del Caribe, de la Unión de Escritores y Artistas del Caribe y de la Unión Hispanoamericana de Escritores.
Más sobre la autora: http://mariaeugeniacaseiro.lalupe.com/