viernes, 29 de abril de 2011

NUEVE CUENTOS ACOMPAÑANDO EL CAFÉ DE CADA MAÑANA

A la gran mayoría de los cubanos nos gusta el café. A la mayor parte de los que nacimos en la Isla, todas las mañanas nos despertaba el aroma inconfundible de lo que se preparaba en la cocina para los que luego lo beberíamos de un trago; o en la leche, si es que entonces había.

En la mañana, el rito hacer el café, ese que preparamos fuerte y, de ser posible, con nada o con muy poca azúcar, me acompaña también hoy en esta otra isla llamada Montreal. Lo bebo a sorbos, sin apuro, mientras, también como una rutina diaria, me hago acompañar de alguna lectura para descubrir nuevas voces, estilos, narraciones; tal y como me sucede al leer Nueve cuentos para recrear el café (edición bilingüe: francés y castellano, de Equi-librio Editions 2009, Lyon, Francia) de María Eugenia Caseiro, quien primero conocí como poeta, y hoy la descubro narradora gracias a ese ejemplar que me ha llegado con su rúbrica, a petición propia.

Desde esa portada, y contraportada, con detalle de la artista también cubana Amelia Peláez (1996-1968), ese vitral que el sol resalta con sus primeras luces, se nos deja claro que: la “cubanía”, es (y será) la palabra que se extiende, que goza, que podría catalogar cada página de esa colección de cuentos que a la vez es una primera muestra de la narrativa de la autora.

Caseiro nos acerca a un ambiente cubano desde el cuento: El círculo; allá, en un verano de Nueva York, la voz del narrador, de entrada, resulta placentera, una voz cercana que nos cuenta de un personaje marginal cubano, que bien podríamos catalogar de todos los tiempos, aunque evidentemente se mueve en una época pasada. Vive aquel en sus recuerdos, y lo cuenta de una manera coloquial, callejera, pero, lo mejor, sin llegar al cliché de lo chabacano, de lo típico, porque, aseguro, el estilo narrativo ha sido cuidado hasta el deleite:

«Me cansé de andar huyendo, de recorrer mundo a la deriva llevando sobre mis hombros el fantasma de un gendarme. Lo maté en legítima defensa, le clavé mi cuchillo hasta la empuñadura…»

En este primer cuento del libro, se parte de un presente, para ir a un pasado que, a su vez, retorna el punto de partida, al punto de origen de la narración:

«… era yo por aquel entonces, un soberbio ejemplar de macho, genuino y distintivo exponente (…) Ello me condujo a declararme el rey de los varones y el dueño de la primera taza de café con leche y pan con mantequilla que se despachaba, gratis para un servidor, en el café La Estrella, en donde la mulata Luisa, con más curvas que una botella de Coca Cola, arrastraba por los pelos a cualquier hembra que se le atravesara entre ceja y ceja. »

Existe algo que logra viabilizar la limpieza en cada narración. Sobre todo de El Círculo, y, la Descarga matinal a lo cubano, por sólo mencionar dos ejemplos claves, y que bien han sido ubicados en el libro. En ambos casos: el humor, la sutileza, lo autóctono de la isla de Cuba nos hace sonreír, y con todo satisfacción, ante frases como en la del cuento final (premiado en el 2007 en el concurso Artesanías Literarias).

«Mira lo chiflada de mi nieta, se pasa la vida contando las calorías que le entran y le salen del cuerpo como si fuera una cuenta bancaria en donde es mejor perder el peso que ganarlo… »

Otro de los nueve que conforman este libro, y que me llama mucho la atención es: El hombre del cartucho, en donde hallo picardía y dinamismo:

«… toma la envoltura misteriosa que el tal Mamerto le extiende, no sin antes mirar en todas direcciones como si alguien lo estuviese expiando (ese alguien soy yo, pero no se da cuenta). Por la forma del paquete, creo que se trata de un brujazo, o sea, uno de esos remedios tan usados en nuestra tierra con el fin de cambiar el rumbo de algo. (…)»

Existe en estos cuentos liados por la idea de lo tradicional, y hasta por el gusto de nuestro café (ese que no podría ser jamás, de ninguna manera aguachento) una unidad de estilo y voz propia que su autora ha sabido ensamblar para entregarnos parte de nuestra identidad; evitando, de alguna forma, extraviar nuestro origen, así vivamos en la América del Norte, en la del Sur, o en la vieja Europa.

En la sala de espera de una clínica, en un prostíbulo, en una calle habanera, o ante un retrato familiar, son algunos de los espacios narrativos que forman parte de el ambiente aquí dado entre chulos, mujerzuelas, y hasta algún espectro que llega para recordar lo que se fue, lo que fuimos, de dónde llegamos, hacia dónde vamos; interrogantes que uno acabaría por responderse si toma en cuenta la línea narrativa de estos cuentos, dirigidos, sobre todo, al lector cubano o a aquel deseoso de conocer lo que de narradora existe en una poeta llamada María Eugenia Caseiro.

María Eugenia Caseiro es escritora, poeta, ensayista. Nace en La Habana, Cuba. Reside en Estados Unidos.
• Integra la Muestra Permanente de Poesía siglo XXI de la Asociación Prometeo.
• Miembro del INPL (Instituto Nacional de Periodismo Latinoamericano, e IFLAC (Foro Internacional para una Cultura y una Literatura por la Paz).
• Miembro Colaborador de La Academia Norteamericana de la Lengua Española
• Presidenta del Círculo de Amigos de La Academia de la Historia de Cuba en USA.
• Miembro del equipo de redacción de La Peregrina Magazine de Miami y miembro del Consejo Asesor y de Redacción de Analecta Literaria, revista de Letras, Ideas, Artes y Ciencias (Buenos Aires, Rosario, Texas, Dakota del Norte).
• Miembro de la Asociación caribeña de de Estudios del Caribe, de la Unión de Escritores y Artistas del Caribe y de la Unión Hispanoamericana de Escritores.
Más sobre la autora: http://mariaeugeniacaseiro.lalupe.com/

10 comentarios:

SENTADO EN EL AIRE Juan C Recio blog dijo...

Me alegro mucho de que promociones la obra de Maria Eugenia Caseiro, un buen post sin dudas, mis saludos a ella, enhorabuena y adelante su libro, y el café claro, como brindis nuestro.
JC Recio

Escombros Hablaneros dijo...

Entre las penas del exilio está la cantidad de compatriotas que somos unidos por las letras y que no nos conocemos, cómo éste caso. Me gustó elpost y me quedé con las ganas de leer el libro.

Felix Anesio dijo...

excelente articulo: convoca, paladea, estimula al consumo de dos de nuestros bienes culturales: el cafe, y la narrativa... en este caso la de la exquisita mariu. gracias, ihos!!!

I. Hernández dijo...

Me alegra saber que les gustó. Nada, aquí saboreo otro café (que no está aguado) mientras reviso los comentarios de los buenos amigos... Otro trago, y se me acaba el café, y no quiero que se me acabe... Oigan, que la mayoría de los cubanos somos cafeteros!
Gracias

Anónimo dijo...

Gracias, Ih, por tu lectura y por esta reseña publicada aquí en los mangos.
Gracias a Juanca, Javier y Félix por sus comentarios.
Cariños a todos,
MEC

Anónimo dijo...

Me encantado la reseña del libro de Maria Eugenia Caseiro. Asi lo he disfrutado yo desde Madrid. Un abrazo. Alberto Lauro

Anónimo dijo...

Gracias, Albertis.
Muchos cariños,
MEC

I. Hernández dijo...

Reseñar ese libro de Maria Eugenia ha sido un placer. Por lo que no dejaría de agradecer los comentarios de ustedes, sobre todo los de la propia autora: Gracias Maria Eugenia.

arrabalpoético dijo...

Estupenda reseña del trabajo de María Eugenia.
Te felicito.

I. Hernández dijo...

Muchas gracias Francisco.