lunes, 29 de octubre de 2012

ARÍSTIDES VEGA CHAPÚ: «DOY MI PALABRA, ESA NOCHE ME VISITÓ MARÍA TERESA VERA»




El narrador y poeta Arístides Vega Chapú (Cuba, 1962), a quien he entrevistado con anterioridad para este Diario, tiene a su haber nuevas ediciones de sus novelas Un día más allá (Editorial El Barco Ebrio), y, Steinway & Sons (Editorial Atmósfera Literaria).

Un diálogo con el autor de poemarios  como Sagradas Pasiones (Letras Cubanas, 2005), o Dibujo de Salma (Capiro, 2006; Letras Cubanas, 2008) nos revela su experiencia y expectativas en torno a estos trabajos recientes.

¿De qué trata 'Un día más allá'?

Tardé años en escribir Un día más allá. Estaba en busca de muchas respuestas, tratando de entender el país en que vivo, el prometido y el real, y canalicé toda esa búsqueda a través de esta novela. En ella hay varios personajes, de edades y oficios diferentes, que revelan, a través de sus vidas, esas distintas miradas que pueden existir de una misma realidad.

No encontré otra manera de responderme a mí mismo y con ello testimoniar lo vivido por la mayoría de los cubanos en las últimas décadas. Todo cuanto cuento en el libro es testimonial. Es una historia ficcionada, sobre sucesos reales.

¿Quién es Panchuco, o el Gordo? ¿Y quién el hombre del barrio Versalles, allá en Matanzas?

Panchuco, o el Gordo, el protagonista, es el único personaje verdaderamente real. Hay diálogos que incluso transcribí textualmente de varias entrevistas que le hice a esta persona.

Yo trabajaba en los años noventa en una librería en Matanzas que aún existe, en la Calle Medio. Un día llegó una persona con un disco de acetato de la cantante Farah María y le preguntó a una compañera de trabajo si esa cantante era conocida. Y Farah no sólo lo era, sino que yo estaba seguro de que no había cubano, viviera donde viviera, le gustara o no, que no la conociera, por lo que le presté atención a ese diálogo que no comprendí. Así, hasta que mi compañera me explicó que esa persona había empezado a trabajar hacía poco de comercial. Es decir, que tenía la responsabilidad de distribuir los libros y discos que cuando aquello se comercializaban a través de la Empresa del Libro, y que antes de eso se había pasado más de treinta años encerrado en su casa, después que triunfó la revolución, cuando por homosexual fue expulsado de la Universidad. No conocía nada de lo que había ocurrido durante los años de su encierro. Había sobrevivido vendiendo los muchos bienes de su familia, de una clase media bastante acomodada.

Como supondrás, me acerqué a él, que ya era de por sí un personaje de novela. Y todo lo que me reveló durante el curso de nuestra amistad, que duró hasta su muerte, aparece en Un día más allá.

Él estuvo de acuerdo en que usara su verdadero nombre, e incluso el sobrenombre, Panchuco, por el que lo conocían sus allegados.

Cuando lo visité por primera vez en el barrio de Versalles, frente a la bahía de Matanzas, su esplendida casa ya estaba depredada. Lo había vendido todo, menos su cama y alguna que otra pertenencia imprescindible.

A los cinco o seis años de edad tu abuela paterna te lleva al restaurante Monseñor para presentarte a Bola de Nieve, quien, junto a su piano, te saluda amablemente. Pero tu abuela te lleva por una razón: a ella le resultaba gracioso que siendo un niño te gustara la música del Bola… ¿Qué hallabas de especial en las canciones del inolvidable Ignacio Villa?

Supongo que ver a un negro gordo, risueño y expresivo cantar con una voz muy parecida a la de un ser común y no a la de un cantante, es una imagen atractiva para cualquier niño. Una de las ventajas de esa edad es que para llegar a fijarse en algo, considerar algo atractivo, uno no se tiene que responder ninguna pregunta. No creo que el niño que fui entonces pueda responderte ahora esa pregunta, pero sí puedo asegurarte que en cuanto Bola aparecía en el viejo televisor americano que entonces había en mi casa,  yo dejaba lo que estaba haciendo para venirlo a escuchar, con una atención que a toda mi familia le llamaba –precisamente-  la atención.

Dedicaste un año a estudiar las vidas de Bola de Nieve y Eva Perón para escribir la novela. ¿Cómo es eso de que Evita asiste a un concierto de Bola en Buenos Aires? ¿Tiene más fuerza la ficción que la realidad, o es la realidad la que le quita el espacio a la ficción?

Estuve en Buenos Aires en una emisora de radio en la que Bola de Nieve había grabado varios temas. No llegué allí por casualidad, sino que me llevaron dado mi interés personal por Bola. Estando en la emisora, supe que Eva Perón, cuando aún no era conocida ni llevaba ese apellido, había trabajado como actriz en los años en que Bola había grabado allí.

Fue entonces que se me ocurrió ficcionar una relación entre estos dos personajes tan distintos y distantes, por lo que tuve que leer e investigar sobre la vida de Eva Perón, de la que sabía muy poco.

La trovadora María Teresa Vera también aparece como personaje…

Ninguna canción me conmueve más que Veinte años. Mi abuelo materno gustaba mucho de la trova tradicional cubana y en su casa todas esas grandes voces se escuchaban diariamente. Crecí escuchando a María Teresa, por lo que su voz está entre mis afectos más cercanos. Panchuco, por su parte, la conoció y trató personalmente. Así que no tuve más remedio que convertirla en personaje. En el libro hay un diálogo entre los dos. Cuando lo intentaba escribir, no lograba que María Teresa hablara con voz propia, es decir, con la que yo imaginaba que era su voz. Estaba muy agotado, pues escribía de noche y madrugada, en jornadas que podían alcanzar diez o más horas. Y no me complacía lo que lograba escribir en voz de María Teresa. Cerré los ojos con la intención de visualizarla. Cerca de mi mesa de trabajo tenía varias fotos de ella. Hubo un momento que tuve la certeza de que alguien se había acomodado en el butacón cercano a donde yo trabajaba. Puedo asegurarte que cuando levanté la vista fue a ella a quien vi, sentada allí.

No necesité ni entonces ni ahora explicación alguna. Pero puedo dar mi palabra de que esa noche me visitó María Teresa Vera.

Fue una imagen real, que no me sorprendió, ni me sobrecogió, como si hubiese sido lo más normal de la vida. Pude detallarla con meticulosidad. A partir de ese instante, que no sé cuánto pudo durar, escribí con soltura todo lo que de ella aparece en Un día más allá.

La historia está llena de música y de figuras de nuestra cultura.

En mi familia no hay escritores, sino músicos. Mi tía abuela, Rita Chapú, tenía un conservatorio. En su casa conocí de niño a muchos músicos, algunos muy importantes. Mi mamá y su hermana, mi tía Ana, son graduadas de piano. En mi casa siempre se escuchó música. Eran frecuentes las tertulias en que mi tía Ana tocaba el piano y mi abuela y mi mamá cantaban. Las lecturas llegaron después. Mi sensibilidad, creo, se estimuló primero con la música. Por eso en mi poesía y en todo cuanto he escrito hay tanta referencia a ello.

En el caso de Un día más allá, Panchuco era un gran conocedor de la música cubana y poseía la colección de discos de acetato más grande que yo haya visto. Me era imposible obviar todo ese mundo sonoro.

¿Podrías contarnos un poco de la historia y los personajes de tu segunda novela, 'Steinway & Sons'?

La  novela Steinway & Sons, que he tenido la suerte de publicar en la editorial madrileña Atmósfera Literaria, recrea algunas historias familiares. Soy descendiente de árabes que se establecieron en Cuba en el siglo pasado, en la novela hablo de una familia que  se crea a partir de la llegada de Petrus Giaburt, un árabe llegado a Nueva York en mil ochocientos y pico que establece vínculos amorosos con la famosa cantante Sarah Bernhardt, fruto del que nace Osmerut Giaburt. De la historia de su descendencia, que en los años cuarenta del siglo pasado se establece en Cuba, donde la sorprende el triunfo de la revolución, sale la trama de esta historia que termina en los años ochenta, cuando el masivo éxodo de El Mariel. En esta familia, como en la mía, hay varios músicos. Y en la novela estos se relacionan con grandes músicos de la época: Bola, Rita Montaner, Esther Borja, María Teresa y muchos más que se convierten en personajes.

En Santa Clara, la ciudad donde nací y vivo, se estableció esta familia de origen árabe y de nacionalidad norteamericana. Allí fundan un conservatorio de música, intervenido al triunfo de la revolución, como todos los grandes y pequeños negocios particulares que existían entonces. Intenté escribir una historia que, pese a referir sucesos traumáticos y difíciles, fuera contada de manera divertida. Una historia en la que se escuchara mucha música y que provocara muchas sonrisas.
Ahora podré saber, de los lectores, si lo logré o no.

¿Expectativas…?

Siempre que se publica un libro se abre un camino para encontrar nuevos lectores. Creo que no hay nada que me interese más que encontrarlos, que compartir con cualquiera esa visión del mundo que uno tiene la posibilidad de exponer cuando es escritor. Yo sólo he querido testificar sobre el tiempo que me ha tocado vivir y no hay nada que me complazca más que intercambiar esas experiencias.

¿Complacido con las ediciones de las dos novelas?

La mayoría de los libros que he publicado han sido editados por amigos o personas con las que sostengo una cercanía. Por eso he estado muy cerca del proceso de edición. Ahora he tenido la suerte, a través del correo electrónico, de mantener una comunicación con la editorial y con todos los que han trabajado en mi libro.

Con Atmósfera Literaria ha sido un proceso muy rico del cual he quedado no sólo complacido, sino agradecido. Hasta localizaron un piano de la marca Steinway & Sons, de una cubana residente en Madrid, que tuvo la gentileza de prestarlo para una larga sesión de fotos. Con la imagen del instrumento se logró una bella cubierta. Ambas ediciones me han dado satisfacciones que desde ya agradezco.

 Agosto 2012.

http://www.diariodecuba.com/cultura/12609-aristides-vega-chapu-doy-mi-palabra-esa-noche-me-visito-maria-teresa-vera

miércoles, 15 de agosto de 2012

Ana Cabrera Vivanco: «Cuando dos personas consiguen el milagro de entenderse en los silencios»



Editada por tercera vez, La voz del silencio, biografía novelada del premio Cervantes 1992, Dulce María Loynaz (1902-1997), es una historia en que los recuerdos, nombres, angustias y satisfacciones de la hija del general Enrique Loynaz del Castillo, cobran una dimensión especial gracias al trabajo investigativo de la periodista y escritora Ana Cabrera Vivanco (La Habana, 1950), quien mezcla la realidad y la ficción de quien viviera casi aislada por decisión propia en la casona de El Vedado hasta su muerte en abril de 1997.

Sobre este libro recién editado, y también del trabajo entre biógrafo y biografiada, conoceremos en este diálogo con la autora de las novelas Las horas del alma y Las cien voces del diablo, quien gentilmente, y una vez más, accediera a regalarnos parte de su tiempo para dar respuesta a estas interrogantes:

Ana, La voz del silencio fue publicada en Cuba en el año 2000, luego se editó en España y ahora Atmósfera Literaria edita el libro, ¿qué hallaremos de novedoso entre las páginas de esta tercera edición?

Para esta tercera edición he escrito, por primera vez, un prólogo que habla de nuestra relación biógrafo y biografiada y muchas de las anécdotas que nos acompañaron durante los años de trabajo y amistad que compartimos.

Creo que resultará interesante para el lector. También y por vez primera he cedido la dedicatoria que me dejó escrita Dulce María al término de La voz del silencio: “A Ana Cabrera que sabrá comprender esta pequeña tragedia”. Recuerdo que me la escribió en su habitación, con los ojos cerrados, estaba ya casi ciega, con uno de aquellos plumones que usábamos en Cuba en los críticos 90 a falta de bolígrafos.

Pocos alcanzaron a descifrar no sólo la letra enrevesada sino el significado que el mensaje contenía en sí mismo, pero yo sabía que se estaba refiriendo a su casa de Calzada, a la que le dedicó aquel poema premonitorio: “Últimos días de una casa”, en el año 58, cuando no podía imaginar que, apenas un año después, con el triunfo de la revolución, la perdería entre otras tantas cosas... Me decía que yo había vuelto a reconstruir su casa con la imaginación y que ella había vuelto a verla reflejada en el espejo que yo le devolvía en el libro.

Sobra decir que tanto a ella como a mí nos tenía sin cuidado que nadie entendiera el sentido de aquella dedicatoria. Lo que quiso decir con aquello de: “sabrá comprender esta pequeña tragedia”. Nosotras llegamos al punto de no necesitar hablar para entendernos. Y cuando dos personas consiguen el milagro de entenderse en los silencios... sobran todas las palabras.

¿Qué le hizo escribir esta biografía novelada de la poeta cubana Dulce María Loynaz?

Sobre cómo llegué a ella, y cómo fue que a pesar de todas sus reticencias conseguí que me permitiera escribir sobre su vida, está narrado en el prólogo de La voz del silencio. No creo que pueda volver a contarlo verbalmente, y mucho menos repetirlo por escrito. No soy dada a contar las cosas que llevo de por vida en la retina del alma. Los buenos recuerdos son como los buenos perfumes. Cuando los dejamos escapar aireándolos entre lo cotidiano, volatilizamos el espíritu de su fragancia.

¿Cómo fue el trabajo de complicidad entre biógrafo y biografiado?

Fue todo un reto. Te diría que entre los muchos retos de mi vida, y muchos pueden dar fe de que la vida, más que retarme, me la ha puesto, como decimos los cubanos, en el pico de la piragua, trabajar la biografía de nuestra Premio Cervantes ha sido el mayor de todos.

Pero lo cierto es que cuando tanto ella como yo estuvimos listas, también conscientes de que si no lográbamos esa complicidad a la que te refieres nuestro trabajo carecería de credibilidad. De la empatía en el trabajo surgió una amistad sin eclipses que nos unió hasta el final de su vida... Y yo me atrevería a decir que más allá...

¿Qué tiempo llevó completar todo el libro?

El trabajo investigativo tardó más de un año y dos tardé en escribirlo. Por entonces yo creía que lo más difícil para un escritor era escribir, y cuando puse el punto final pensé que había culminado una hazaña. Nada era así. La vida demuestra que si duro es escribir, más duro y difícil es publicar, y publicar este libro en Cuba resultó también un camino cuesta arriba y todavía un mayor reto.

¿Dónde se puede adquirir el libro?

El libro salió a finales de abril de 2012 y se puede encargar en cualquier librería de España, citando el título, mi nombre y el de la editorial Atmósfera Literaria. Los libreros lo solicitan y lo entregan. Hay planes de presentarlo en la Feria Internacional del Libro de Miami, donde han estado ya mis dos novelas anteriores, Las horas del alma y Las cien voces del diablo, del sello de Narrativa-Grijalbo.

¿Conserva algún recuerdo especial que nos pudiera contar hoy de aquellas visitas a la casa de Dulce María Loynaz mientras preparaba el libro?

Dulce María acostumbraba a decirme que por haberme metido tanto en su piel y haber exprimido su vida como el zumo de una naranja, el día que ya no estuviese más tendría que seguir soportando a su fantasma. Te puedo asegurar que ha cumplido su palabra. No sé que habría sido de mí si me faltara su voz y esa mano que me jala de los pelos en los peores momentos y me regresa de las sombras a la luz, su luz.



sábado, 4 de agosto de 2012

Polémica por el poema de Borges que nunca existió

La editorial Random House Mondadori informó este miércoles que el libro "Borges y México", presentado el martes en la capital mexicana, será reeditado porque en su interior atribuye un poema al autor argentino que no fue escrito por él:
http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2012/08/120801_cultura_controversia_poema_borges_bd.shtml

(Redacción BBC Mundo)

martes, 3 de julio de 2012

Sonia Díaz Corrales: «Podría mejorarse el sentido que le damos al bien»



Sonia Díaz Corrales (Cabaiguán, Cuba, 1964) es autora de los libros de poesía Diario del grumete, Minotauro y Los días del olvido. Sus poemas aparecen en varias antologías, tanto en Cuba como en España. Galardonada con el Premio Bustarviejo de Poesía (Madrid), el Premio América Bobbia (Matanzas), y el Abel Santamaría (Universidad de Las Villas, Santa Clara). reside en las Islas Canarias, en donde se edita su primera novela El hombre del vitral, libro sobre el cual hemos dialogado, entre otros temas.

¿Por qué escribe Sonia Díaz Corrales? ¿Hallas algo especial en este oficio?

Lo cierto es que, antes, escribir era un oficio. Los poetas vivían de hacer sus discursos épicos, de ser poetas o escritores. Simplemente, era un oficio respetado. Después, igualmente ser un escritor parecía un buen oficio, tanto que personas que tenían otros oficios se cambiaban a éste, o llevaban éste con total dignidad a la par de los demás. Desde luego, ahora, contar como oficio el ser escritor es, si no una falacia, un mal chiste. 

¿Por qué?

Puede que alguien por su talento, o por esas cosas del azar, consiga ser incluso un escritor muy cotizado, muy leído, también porque ambas cosas suelen ir de la mano, generalmente por este orden, en ambos casos. Pero, más que un oficio, para la mayor parte de los que escribimos, quizás, escribir es un aliciente, una compensación.

Puede que incluso estemos pervirtiendo lo de ser escritor. Alguien escribe una columna de sociedad o de deportes en cualquier diario y ya se le supone escritor. A lo mejor yo estoy un poco atrasada en lo de saber qué es ser escritor, de oficio.

¿Un ejemplo?

Siempre me gusta poner este ejemplo: si le dices a alguien que eres periodista, maestro, médico, carpintero, electricista, publicista, te responde: "¡vaya!, qué bien". Si le dices que eres escritor o poeta, te dirá: "¡Hum!". Quizás alguien un con un poco de tacto te preguntará: "Y, ¿has publicado algo?". Porque en verdad no importa lo que has escrito o si es bueno o no. Lo que importa es cuánto has publicado, y si vendes eso que publicas. De ahí se sabrá si eres escritor, de oficio, o no. Si tenemos en cuenta estos parámetros, mi oficio no es escribir, sino otros que ahora no vienen al caso.

Pero si escribir fuera un oficio en sí, sin tener en cuenta que publiques o vendas lo escrito, o incluso si vives de todo menos de escribir, entonces te diría que mi oficio es escribir, haga lo que haga para la sobrevivencia. Y entonces te diría que lo más especial de escribir es ese toque inefable de la poesía donde pareciera que estás suspendido, que no tienes peso, ese espacio donde te desdoblas para crear los personajes, esas otras realidades que convierten en trascendente lo que has escrito cuando alguien ríe, se pregunta, se identifica, disfruta, llora, comparte, recuerda, imagina, saborea, goza, participa de eso, mientras tú, el escritor, de oficio o no, desapareces.

¿Existe algo que te llama la atención y te gustaría hacer y no hayas hecho aún?

Música. Me habría gustado ser músico. Entender la música no desde el lado del que simplemente escucha, sino desde el que puede diseccionarla, dividirla en frases comprensibles, comprender los giros.

La música es como un idioma que no comprendes, solo comprendes la armonía, la musicalidad el ritmo, el dolor que expresa. La música es como un idioma extranjero.

Aprender otros idiomas, entre ellos el de la música, es algo que no he podido hacer.

¿Qué es lo que más te llama la atención: la poesía o la narrativa?

Yo soy una poeta. Puede que ahora mismo la narrativa capte mi atención con bastante fuerza. Pero nunca dejo de escribir poesía. La poesía siempre está. Cuando todo se ha ido, la poesía sigue ahí. Muchas cosas y personas me han dejado: por la muerte, por el desamor o por otro amor, porque no han tenido otra opción que partir. La poesía nunca. La poesía suele ser más visceral.

Recuerdo que uno de aquellos profesores, casi sagrados que teníamos en los años 80, al escucharme decir estas cosas, y riéndose de mi "ingenuidad y falta de criterio", y para hacerme entender que la poesía era también muchas otras cosas, me dijo: "¿qué dices, que la poesía tiene que ser cardíaca? ".

No sé si la poesía tiene que ser algo "cardíaco", pero sé que necesita de un alto contenido de coraje, de heroísmo, de eso perforante que no deja lugar a dudas: la emoción.

La poesía y yo a veces disentimos, discutimos, nos echamos en cara unos dolores de los que cada una cree responsable a la otra, puede que hasta nos abracemos intentando compensar tanto desastre vital y poético, digo yo para ser muy cursi, pero nunca ella se ha ido, ni yo tampoco.

La narrativa es diferente, es más cerebral, menos de mí, y no significa que la disfrute menos o le dé menos importancia. Cuando empecé a escribir narrativa fue porque tenía cosas que decir que no podía expresar con la poesía, que necesitaban más concreción, más volumen, que no podía contener en un poema. He aprendido leyendo narrativa, escribiendo narrativa, todo lo que puedo contar, y me gusta. Muchísimo.

Sonia vista por Sonia...

Soy transparente. Tímida, guajira, como decimos los cubanos. Algunas veces me siento como si fuera muy muy vieja. Bastante escéptica, puede que hasta algo desconfiada. En algunas razones éticas soy tajante, algunos dicen que inamovible, puede que algo extremista. Y se me da mal lo de conjugar los verbos regulares: amar, temer y partir.

¿Por qué se te dan mal en su conjugación?

Por su significado, que no cambia en cualquier tiempo o modo que los conjugues. El amor pasado es tan amor como el presente. Partir es igual en cualquier momento o modo: aun las partidas hacia lo deseado, hacia algo bueno, están rodeadas de una especie de desprendimiento, de esperanza que la mayor parte de las veces no se cumple, porque es una esperanza sobrevalorada, porque sigues siendo el mismo estés donde estés, tendrías que partir de ti hacia otro, para ser otra cosa.

Para temer tengo una explicación vaga. Pero ya ves cuántas cosas son vagas sin dejar de ser… El temor es un sentimiento ancestral, que a veces es difícil decir a qué, por qué, cuánto temes. A veces cambia aquello a lo que temes, con los años, o la madurez, pero ese temor esencial no cambia.

Lo de temer, el verbo regular, el temor ancestral, ese temor ancestral es el miedo, que convierte a los seres humanos en bestias, y a las bestias en obedientes seres capaces de todo. La mayor parte de la personas temen a la muerte. Si pensamos que "la materia no se crea ni se destruye, solo se transforma", estaríamos hablando de temor a una especie de eternidad, ir de un estado a otro, ese cambio del que no sabemos nada, y esto sería una gran contradicción, que la muerte sea una especie de inmortalidad.

Si me preguntaras a que temo, yo te diría que temo a la mentira. Me espanta lo que consigue, la manera en que nos manipula y convierte en lo que nunca quisimos ser. Le temo a la perversión de lo que hago o digo, es tan fácil dar falso testimonio de los otros, decir que han hecho, expresado o pensado. Creando confusión, se te podría atribuir la caída de Roma. Cualquiera de todas las caídas. Todas, incluso.

En uno de tus poemas que he leído y me ha llamado la atención dices: "Todos me mandan fotos/ Carlos Fuentes manda a Frida muerta/ como la vio el lente insólito de Laura Díaz". ¿Alguna predilección por esta novela de Carlos Fuentes?

La predilección por lo bien escrito… En esos días, la muerte andaba cerca, me rondaba en todas partes, amigos entrañables, gente a la que no conocía más que por sus escritos, pero igualmente me eran entrañables, incluso algún desconocido que decidió irse a la muerte cerca de mí.

Este poema, que se llama "Donde un reverso de foto nos devuelve la memoria", y que está dedicado al poeta Reinaldo García Blanco, está escrito a imitación, mala imitación, de su "Reverso de foto", que me sorprendió mientras leía a Carlos Fuentes, su novela Los años con Laura Díaz,  en la que también ronda la muerte, las fotos de los muertos… Pero sobre eso quise poner lo único que tenía: la vida.

Dice el poema: Ah, la muerte/ tu foto y su reverso. Me gusta más la vida que las fotos/ la vida/ siempre lleva un larguísimo endoso en el reverso.

¿Autores preferidos?

Muchos, si hablas de autores de literatura. Van cambiando. Unas veces Michael Ende o Umberto Eco.  Otras Alessandro Baricco. Otras Marguerite Duras o Virginia Woolf. Otras Louis-Ferdinand Céline o Almudena Grandes. A veces Sor Juana, o Juana de Ibarbouru, Carilda Oliver, la gran Dulce María Loynaz o Delmira Agustini. Puede que Rafael Alcides, Fayad Jamís. O Walt Whitman, Paul Valéry, Arthur Rimbaud. O Fernando Pessoa, Jorge Luis Borges, Antonio Skármeta o Jane Austen. Milan Kundera o Françoise Sagan o Antonio Tabucchi. Octavio Paz o Boris Vian. José Ángel Buesa o los hermanos Grimm. Patrick Suskind o Aldous Huxley. Y esto se haría interminable si no paro ahora.

Cada autor tiene su atractivo, depende la época de mi vida, si leo o releo un libro. De algunos prefiero un libro en particular o un poema, un relato o apenas uno de esos párrafos que se te instalan en la memoria para siempre.

Lo cierto es que no he leído tanto, si un libro no me gusta lo dejo y me da igual quién lo escribió. Puedo darme esos lujos. Quiero decir que: soy libre de esa especie de prejuicios que empiezan con: ¿pero no has leído a…?

¿Y alguno que haya influenciado en ti?

Todos. Unos más, otros menos. Pero todos me dejan algo.

¿Preferencia por alguno de tus libros publicados…?

Cada libro tiene su particular encanto. Pero si voy a preferir alguno… por ese encanto que rodea no solo lo escrito, sino el resultado final, la edición, el cuidado, la belleza adicional que todo libro se merece, me quedo con dos de mis libros de poesía: la preciosa edición que hizo Ediciones Vigía de Diario del grumete, en Matanzas, en 1996, y la igualmente cuidada y querida edición de Noticias del olvido, que salió en Editions Hoy no he visto el paraíso, ilustrada por Margarita García Alonso, por cortesía de ella misma, como editora, y con la ayuda del poeta y narrador Amaurys García Calvo. Ambos iluminaron de manera tremenda esa publicación. Ella fue paciente y amable, sumamente creativa. Él fue crítico, y práctico, incondicional al respecto de lo que hizo en la composición. Aprovecho para agradecerles, siempre.

En 2010 publicas tu novela El hombre del vitral, ¿qué significa para ti este libro?

Es la segunda novela que he escrito, y fue un punto de partida. La primera, El puente de los elefantes, es un escrito con el que siempre sigo inconforme. Es lo primero que escribí en el género de narrativa, y supongo que sigo rescribiéndola de vez en cuando.

Algunos relatos que andan por ahí, y que un día serán un libro, tendrán que esperar un poco aún.

Pero El hombre del vitral, es eso que quieres sacar ya de tu espacio, lo cual significa que de algún modo estás satisfecho con lo que has logrado. Para mí es ese libro atemporal, conciso, que te permite hacer catarsis sobre unas preocupaciones en particular, que te reafirma como mutante, que te deja segura de que puedes hacer otras cosas. Probablemente significa que, además de poeta, quisiera ser narradora.

¿Puedes contarnos un poco del nuevo libro que preparas?

Una novela coral. Reúne al azar, a cinco personajes tan diferentes entre sí, tan lejanos en relación a la edad, el origen, la educación, las creencias o la falta de ellas, las profesiones, todos alrededor de un evento fatal que ocurre con un niño.

Estas personas, todas ellas tocadas por el abandono y la indiferencia, la mentira, la guerra, pero también por la música, la pasión, la compasión hacia los otros, y sobre todo por su propia soledad, descubren que la soledad transcurre como la vida, ocupa todo el tiempo si no consigues encontrar a tus semejantes.

Las Guerras Mundiales, La Guerra Civil Española, La Guerra de Angola, otros eventos violentos y tristes, ven cruzar a estos personajes por sus espacios. El abandono les marca, pero encontrarse unos a otros les salva y compensa.

¿En serio te es difícil entenderte con la tecnología, según he leído en otra entrevista, y que por esta razón no tienes un blog o una página web?

Cierto. Los que me conocen sabe que soy una nulidad en relación con la tecnología. A veces he pensado en una web, pero más que nada para ofrecer servicios de corrección y revisión de textos, o talleres de escritura. Disfruto bastante y me distraigo, además de lo que aprendo, revisando textos. Quizás es que extraño los talleres que hacíamos antes, donde,  que te señalaran algo, normalmente, era un buen síntoma: tu texto merecía la atención de quien le señalaba ese algo.

Lo del blog: más que poca habilidad para la tecnología, es una especie de apatía. No puedo sentirme atada al compromiso de actualizar un espacio, de responder a las demandas de los lectores que, en el caso de los blogs, pueden llegar a ser perversos, insaciables, y a veces ofensivos.

Prefiero el anonimato del libro impreso. Si llegara el caso de serlo, el lector que tiene conmigo el acuerdo tácito de la libertad, que no tiene la obligación de ser crítico, ni adulador, ni de expresar de inmediato comentarios provocativos, para patentar que está enterado, que es culto, que tiene opinión.

Reconozco que pueden ser útiles el blog o la web a quien tiene demasiadas cosas que compartir y no tiene otro espacio. No es mi caso. Respeto muchísimo a los que leen, no quiero obligarles a leerme o a detestarme mandándoles mis post. No soy tan abundante ni escribo tanto, o tan interesante, como algunos amigos que consiguen escribir sobre todo de manera entretenida, creativa, y grata.

Desde 1998 vives fuera de Cuba: ¿Hay algo que echas de menos de la Isla?

Cuando alguien me hace esta pregunta siempre intento ser sincera, y realista. Extraño a ciertas personas que viven allá, y a quienes quiero. Extraño un tronco de almácigo que se llenaba de orquídeas enormes, violetas y que tenían un raro perfume de canela. A veces extraño a quien era yo cuando vivía allí. Pero sé que si viviera allí igual extrañaría a ésa que era yo, porque no creo que fuera aún la misma. Y claro, echo de menos y recuerdo muy a menudo a una persona inteligente que me decía siempre un viejo refrán: "No sirve de nada llorar sobre la leche derramada".

¿No has podido buscar sustituto para aquel tronco de almácigo que se llenaba de orquídeas?

A lo mejor es que me ha abandonado el ángel de las orquídeas, no lo sé. Ahora que lo pienso… nunca se me ha ocurrido que aquellas pudieran ser sustituidas.

¿Cómo valoras tu vida actual en las Islas Canarias?

Aquí está mi familia. Y normalmente no tengo mucha vida social. Pero lo cierto es que mi vida ocurre casi todo el tiempo dentro de mí: en Cuba, en las Islas… o en donde quiera que he estado. Esa vida tiene el valor que le dan los eventos: pensamientos, disfrutes, dolores, pérdidas, lecturas, amores…

Valorar la vida propia puede tenderte trampas y preferiría no hacer eso. Sigo viva, agradecida por, y a pesar de todo.

¿Existe algo en Cuba que quisieras se eliminara, otra que mejorara, y una tercera, se bendijera?

No me veo con la potestad de cambiar, mejorar o bendecir algo. Parece pretencioso que yo, que no me quede allí, crea que puedo cambiar algo, o incluso opinar sobre lo que ocurre allí. Por lo tanto, mi opinión no pretende nada fuera del hecho de ser una opinión personal.

Estoy muy poco enterada de lo que ocurre en Cuba o en otros sitios. Y mi opinión sobre cambiar, mejorar o bendecir cosas es de valor discutible, no solo por la falta de información, sino por mi modo particular de ver el mundo, pero… 

Eliminaría el Servicio Militar Obligatorio.

Eliminaría esas organizaciones de masas que solo cumplen funciones populistas y ponzoñosas. Y creo que eliminaría definitivamente las discordias insalvables que han separado a familias enteras, a amigos entrañables, a amantes casi novelescos, y han convertido la vida privada en algo inexistente. También eliminaría la politización de toda la sociedad civil.

Creo que se podría mejorar el sentido que damos al bien. A veces hemos confundido el bien ético, con el concepto de bien que se establece, con el coqueteo que nos beneficia en el plano personal y alimenta nuestro ego. Hemos convertido el bien en otra clase de despotismo.

Siempre he creído que el bien produce bien, y éste a su vez más bien. Pero los cubanos hemos confundido los beneficios personales, las ventajas a veces inmerecidas con el bien. El bien es que esté bien yo y lo mío vaya bien, aunque para ello muchas personas tengan que sufrir. Ese egoísmo es lo que hemos confundido con el bien, y ciertamente hay situaciones que pueden crear confusión en este aspecto, pero no justificación.

No creo en el bien que produce el colectivo, del que tanto se habla. Creo que el bien parte del individuo, que solo el individuo en su crecimiento puede generar un tipo de bien que sana y fructifica, que produce bien a nivel social.

Esto vale para todos los hombres y sitios, no solo para los cubanos. Pero creo que entender y modificar esto serviría de mucho.

Bendeciría el don de la creatividad y la supervivencia del cubano, ese que parece a veces que se extinguirá.

Bendeciría el don de la solidaridad, aunque cada vez se vuelva más interesada.

Bendeciría esa condición del aire en el campo después de la lluvia, cuando sale el sol, no sé si lo has notado, pero es límpido, transparente, brillante.

¿Algo en especial que te hayan aportado estas Islas Canarias a tu trabajo como escritora?

Quizás la perspectiva que tienes cuando te vas a vivir a un sitio nuevo, diferente de Cuba o de Costa Rica donde viví antes. Quizás la oportunidad de publicar El hombre del Vitral.
  
(Entrevista publicada en http://www.diariodecuba.com/cultura/11595-podria-mejorarse-el-sentido-que-le-damos-al-bien)

jueves, 31 de mayo de 2012

Desde el Centro de Formación Literaria "Onelio Jorge Cardoso"

El Centro de Formación Literaria  "Onelio Jorge Cardoso", en La Habana, comparte la entrevista «Un Oficio que me hace feliz», realizada al escritor Antonio Álvarez Gil, y que me ha sorprendido hallarla en el siguiente enlace que comparto en este post.
http://www.centronelio.cult.cu/index.php?option=com_content&task=view&id=1231&Itemid=62

domingo, 27 de mayo de 2012

Manny López: «Prefiero crear que destruir»

"A veces todo sale en inglés, o a medias, o no sale: I would have to say I am an eternal researcher, someone with an incredible memory, an avid collector, a man with an unquenchable thirst to know more, to learn more every day…". Así se define Manny López (Morón, Cuba, 1969), poeta, activista cultural y fundador de la Galería Zu en Miami. En septiembre de 2011 publicó su primer libro de poesía Yo, el arquero aquel, con Editorial Velámenes, tema, entre otros, del que habla en esta entrevista...

Llegas a Estados Unidos con diez años de edad. ¿Qué recuerdas de cuando saliste de Cuba?
Recuerdo que como niño al fin, cuando mi madre me dijo que nos íbamos, le dije que no me iría; esa fue la primera reacción. Yo era feliz en mi mundo, no conocía otra cosa, lo que tenía me parecía grandioso, los amigos, la escuela, los reglazos que le daba a los muchachos que repasaban en las tardes en el portal del patio... También recuerdo el día que nos fuimos, en cada esquina de cada pueblo que pasábamos había un coro griego que lanzaba las mismas palabras, palabras de odio, porque no sonaban nada agradable.

¿Llegaste solo o con tus padres? ¿Cómo fueron tus primeros tiempos en Estados Unidos?
Vinimos cinco. Mis padres y mis hermanos. Siempre me he adaptado rápidamente. Me sentí raro los primeros meses porque no hablaba inglés y al principio cuando nos reuníamos con primos, ellos, todos nacidos aquí, hablaban en inglés, y nosotros nos quedábamos en el aire. Pero me di a la tarea de aprender el idioma lo antes posible.

Aquí también sufrimos eso de las palabras feas. ¡Oh claro que sí! Recuerdo como los familiares en tono de juego nos decían "los escorias". Y en la escuela los que habían nacido aquí nos decían "refs", de refugiados, de forma despectiva.

Pero el tiempo pasó, y vino otra ola de cubanos, a quienes les dijeron "balseros".

Hace apenas unos meses publicas tu primer poemario 'Yo, el arquero aquel', bajo el sello editorial Velámenes. Has dicho que leyendo la poesía de tu amigo Juan Carlos Valls te llegó el impulso o la necesidad de tener tu propio libro, tu primer poemario. ¿Recuerdas algún poema en especial que te motivó?
No fue exactamente así como ocurrieron las cosas. Desde niño escribo para mí, como forma de terapia. Nunca había pensado que podía hacerlo profesionalmente, que lo que tenía que decir podía llamarle la atención a nadie. Tomaba un taller de poesía con la poeta Elena Tamargo, y una madrugada, leyendo la poesía de Juan Carlos Valls, sentí un dolor profundo en el pecho y pensé que me estaba dando otro ataque al corazón.

Pero al comentarle a Elena lo que me había pasado, ella me dijo: "No confundas esto que te ha pasado, esto es algo mucho más grande, esto es un llamado".

Y así ha sido. Ha sido el despertar que necesitaba, el impulso a atreverme a dejar que los demás me vean completamente desnudo a través de la poesía. Lo de publicar el libro vino mucho después. En ese momento no pensaba en nada más que en escribir, y en los momentos que vivía entonces. Pero sí recuerdo un poema en específico. He leído un poema de Diane Wakoski. Específicamente estos versos: pasarán veinte años/ y este poema será desempolvado/ por un muchacho a quien la gente/ (con el mismo cuchillo con que cercena/ el pan de cada día)/ habrá herido y dibujado una ventana/ para que otros pájaros/ violentados por la misma ironía de las palabras/ pongan en peligro la belleza del mundo.

¿Contaste con el apoyo o la ayuda de alguien en particular para preparar 'Yo, el arquero aquel'?
Elena me editó el libro. Lo revisó desde el principio. Adalberto Guerra también lo revisó, y amigos que leyeron mis poemas: Karin Aldrey, Juan Carlos Valls, Pedro Assef.

¿Tienes algún poema favorito de los que has recogido en el libro?
Este libro es un recuento de lo que me tocó vivir en un tiempo, el despertar a la poesía, los deseos de amar, y pedazos de momentos claves en mi vida que necesitaban tener un fin. Y aquí los logré cerrar.
Todo el libro está conectado. Es una historia de principio a fin. Me siento orgulloso de estos retoños. Hay uno en específico que quiero mucho...

¿Cómo se titula?
"He decidido perderme en poemas".

¿Y por qué lo prefieres?
Porque fue uno de los primeros poemas que escribí. Y porque el día que lo leí en público por primera vez, vi la reacción de alguien del público, y sentí que mis versos le hablaban.

En 2006 fundas la Galería Zu, un espacio alternativo en Miami. Allí organizas actividades hasta 2010. ¿Qué es lo más provechoso que pudieras decirnos en relación a ese trabajo de cuatro años?
Aprendí muchísimo. Conocí mucho de esta ciudad y de sus habitantes, cosas que no conocía de primera mano, solo de bocas ajenas. Conocí gente bella, a algunas de esas personas que hoy ocupan un lugar importante en mi vida. Descubrí que soy mucho más fuerte de lo que pensaba, y de lo que pensaban algunos. Le di el espacio que debía ocupar la poesía en mi vida. Fue muy buena experiencia.

¿Y qué es lo peor que recuerdas, si es que puedes contarnos?
No recuerdo nada malo ahora mismo... Hasta el cierre se ha convertido en algo positivo en mi vida.

Afortunadamente para los ávidos de encuentros literarios en Miami has vuelto con un nuevo espacio, esta vez en la Alianza Francesa. Cuéntanos de este Proyecto Zu, y lo que ocurrirá allí el tercer jueves de cada mes.
Es un proyecto que ya había empezado en diciembre del 2010, y que en el pasado septiembre tomó un descanso. Ahora vuelven esas Noches Literarias en la Alianza, que serán los terceros jueves de cada mes, y que ya están totalmente programadas hasta diciembre.

¿Piensas invitar solamente a poetas?
No, aquí habrá espacio para la literatura en general. Pero la poesía siempre viene primero en lo que hago.

Con este Proyecto Zu, ¿cuáles son las metas que te has trazado?
Seguir con lo que empecé en la Galería, una noche al mes donde las personas puedan venir a escuchar poesía, narrativa, en fin, donde puedan pasar unas horas agradables, y aprender a la vez, conocer escritores, y que los escritores encuentren nuevos lectores. Un círculo. Esto es un círculo donde todos salimos ganando.

¿Quiénes son esos autores o poetas que ya has programado para las Noches Literarias?
Estoy abriendo este ciclo con Aymara Aymerich (abril 19), y en mayo estará Emilio García Montiel, y en junio Félix Lizarraga...

¿Qué es lo que te hace crear estos espacios culturales en Miami?
La necesidad de devolver algo a esta comunidad, y a la vez hacerlo con algo que a mí me gusta tanto. Añoro espacios como en las grandes ciudades donde existen montones de tertulias y eventos culturales que enriquecen a tantas personas. Además, yo siempre prefiero crear que destruir. Aun con palabras.

¿Esperas algún tipo de recompensa por parte del público asistente a estos encuentros mensuales que planeas?
La recompensa es poder hacer esto, poder hacer lo que me gusta, como he dicho antes. Si vienen y les gusta lo que presenciaron, que pasen la voz. No espero nada más.

¿Tienes en mente escribir o preparar un nuevo libro de poesía?
No he dejado de escribir. Tengo varios proyectos ahora mismo, uno en inglés que casi está terminado.

¿Y por qué has preferido la poesía?
Porque la poesía me escogió a mí, me tomó de la mano y no he podido soltarla. Cada día la necesito más.

¿Dejarías Miami para instalarte en otro ciudad del mundo? De ser afirmativa la respuesta, cuál ciudad sería y por qué.
Sí, de hecho lo he pensado mucho últimamente. No tengo idea de a dónde irme, pero me gustaría mucho que fuera una ciudad del norte, más americana, que es el país donde realmente vivo. Miami, esta ciudad que ha heredado lo mejor y lo peor de Cuba, cada día anda peor, con muy mala energía.

¿Por qué dices eso de Miami?
No es Miami, somos los habitantes, específicamente los cubanos, que seguimos arrastrando los mismos fantasmas, las mismas malas mañas que aprendimos del comunismo, del castrismo, y cada día nos hacen más viles.

¿Te ataría algo a Miami?
Mi familia. Pero ella siempre me ha apoyado en mis decisiones. O sea, que no sería un problema.

Fuiste amigo de la poeta Elena Tamargo. Lamentablemente falleció. ¿Crees que se hubiera podido salvar de su enfermedad? ¿Cuál es el último recuerdo grato que conservas de ella?
No creo que se hubiera podido salvar, y ella lo sabía mejor que todos nosotros, pero Ele ha sido la persona más valiente que he conocido en mi vida. Tengo demasiados recuerdos suyos, y los guardo con mucho recelo, pero cierro los ojos y me viene a la mente su dulce sonrisa, y cómo me apretaba las manos, y el último domingo que habló. Habían unas personas que vinieron a rezar por ella, y ella estaba cansada y quería estar a solas conmigo y con Ena Columbié, que también estaba en ese momento, y me decía: "mijito tú me entiendes, ve y dile a la enfermera que ya puede venir, tú me entiendes". Y yo en el aire, hasta que me di de cuenta. Y, bueno, las personas se fueron, y ella, como hacía días que no la veía, me dijo: "ve y dile a Yvonne López Arenal que aquí esta Elena Tamargo, la próxima actriz de Akuara Teatro". Y nos reímos como niños traviesos.

¿Has vuelto a Cuba?
No he vuelto.

¿Desearías ir?
Muchas veces he tenido el mismo sueño: me bajo de un taxi a una cuadra de la que era mi casa y camino mirando de lado a lado, pero ya no conozco a nadie, ya no son las mismas personas que dejé. Entonces despierto y se me quitan las ganas. Serán miedos. Pero los deseos de volver han ido disminuyendo.

(Entrevista publicada en  http://www.diariodecuba.com/cultura/10715-manny-lopez-prefiero-crear-que-destruir)


domingo, 6 de mayo de 2012

«La novela negra me escogió a mí» (Entrevista al escritor cubano Lorenzo Lunar sobre su libro Mundo de Sombras)

El escritor cubano Lorenzo Lunar (Santa Clara, 1958), cuenta con publicaciones como El último aliento (cuentos, 1995), Échame a mí la culpa (novela, 1999), Que en vez de infierno encuentres gloria (novela, 2003), con la que ha ganado premios tanto internacionales como nacionles. Pero ahora acaba de publicar una nueva novela: Mundo de sombras (Atmósfera Literaria), sobre la cual hemos dialogado, entre otros temas...

Generalmente se te conoce por escribir novela negra, a pesar de que también has escrito literatura para niños y jóvenes, libro de relato, o ensayos de crítica literaria, tanto dentro como fuera de Cuba. ¿Pero por qué esa preferencia por la novela negra?
Digamos que la novela negra me escogió a mí. Mi primer libro fue un libro de cuentos: El último aliento (Capiro, Santa Clara, 1994). Ahí estaba la semilla, por decirlo de alguna manera, de lo que después sería el grueso de mi obra. Es un libro de relatos que ocurren en un barrio marginal de la Cuba de aquel entonces, personajes populares: el borracho, la putica de esquina, el maceta cuyo dinero no lo exime de la miseria espiritual y mucho menos de la indigencia humana, y, especialmente, el emigrante, aquel que escapa del barrio como la Luisa, que se va casada con un "negro fino", dirigente en la capital, y un día vuelve a encontrarse con lo que nunca ha dejado de ser, o aquel prototipo de Leo Martín que emigra ilegalmente y acaba entre las ruedas de un camión en una calle de Miami.

Aquellos cuentos eran historias negras, y los personajes entelequias que se acomodaron muy fácilmente al género cuando, casi por juego, escribí Échame a mí la culpa, primera versión de lo que más adelante fuera Que en vez de infierno encuentres gloria, primera novela de la trilogía del barrio, compuesta además por La vida es un tango y Usted es la culpable.

En tu novela Mundo de sombras (Atmósfera Literaria, Madrid, 2012) desaparece una extranjera, y hay, entre otras cosas, un concierto de rock. ¿Existe algún tipo de preferencia por este género, o fue elegido al azar? ¿No pensaste en, digamos, un concierto de música barroca, o Hip Hop, tan popular en la Cuba actual?
Bueno, esta novela no ocurre en la Cuba actual. Es una novela que transcurre en los años noventa. La música es uno de los recursos en que me apoyo en gran parte de mi obra. Mundos de sombras tiene su escenario principal en el Club Paradiso, un lugar de la ciudad que caracteriza cada noche con un tipo de música diferente. La noche que la turista italiana Bianca Roxana Micussi llega a la ciudad y conoce al grupo de muchachos con los que compartirá sus noches de lujuria, es una noche de música popular cubana, en el escenario del Club Paradiso está un grupo de "cinco negritos viejos que tocan sones con la esperanza de que algún productor extranjero ponga su buena vista en ellos…"

Sin embargo, el grupo social al que pertenecen los muchachos que hacen migas con la italiana se desenvuelve, modas aparte, alrededor de la cultura del rock. No quiere esto decir que sea exclusivo de este sector de la juventud el consumo de drogas, el intercambio de parejas y otras prácticas libertinas. Tampoco que sea esta una condición sine qua non. Es, simplemente, parte del diseño de la novela y sus personajes. 

Ahora, si de gustos musicales personales se trata puedo decir que he llegado a una edad, o consolidado una cultura, que me permite a la hora de elegir mi música preferida hacerlo por su calidad y no por el género.

¿Y por qué eliges ese título...?
 La novela ocurre fundamentalmente de noche. Cuando no en la noche verdadera, sí en la noche metafórica. En las sombras que ocupan la mente y el alma de los infelices que caen en el barranco del consumo de drogas. Justo a la orilla de un barranco transcurre una de las escenas clímax de la historia.

¿Qué es el Club Paradiso? ¿Allí se permite todo menos cortarse las venas?
Así describo al Club Paradiso en la novela: "El Club Paradiso es un Proyecto Cultural del Centro de Artes Escénicas de La Ciudad. Fue bautizado así en honor a la novela del gran poeta [Lezama Lima], cuando este, después de "muerto en el olvido", dejó de ser estigmatizado para convertirse en bandera de politiqueros, pseudointelectuales y homosexuales. Esa misma fauna que ahora se reúne en el lugar, haciéndose de espacios según el día de la semana que sea: martes, rockeros sin tecnología y enfermos del SIDA; miércoles, comediantes frustrados, escritores insignificantes y alcohólicos arrepentidos; jueves, trovadores mediocres y puticas universitarias; viernes, viejos soneros con sus sacos de ilusiones a cuestas; sábados, lesbianas y travestis, homosexuales declarados y padres de familia que buscan, en las sombras del lugar, sexo y otras emociones prohibidas por la moral. El club tiene su sede en una de las tantas ruinas arquitectónicas del centro de La Ciudad".

El Club Paradiso, si alguien quiere buscarle un referente en la realidad, puede encontrarlo en el famoso Mejunje de Santa Clara. Pero no equivocarse: El Mejunje, con su gente, es uno de los lugares de mi ciudad que más defiendo y quiero. La realidad de una novela dista mucho de la realidad de la vida. En esto, generalmente, solo se equivocan aquellos que quieren equivocarse.

¿En Santa Clara tienes una peña literaria: La Piedra Lunar?
La Piedra Lunar es mi librería. Una tienda de libros viejos que llevo junto a la joven escritora Liany Vento. Esta librería también queremos que sea lo que comúnmente se conoce como un proyecto cultural, por eso convocamos a un concurso permanente de poesía: "El Poema del Mes". También tenemos una peña de amigos de la ciencia ficción y la fantasía: "Las Tardes de Korad". Ahora hemos convocado a un concurso de relatos policiales abierto para todos los escritores cubanos y que premiaremos en el verano de este año. 

Los viernes tenemos nuestra peña "El Asere Ilustrado", así cerramos la semana. Esta peña es el escenario para la premiación del concurso mensual de poesía, descargas de música cubana, recitales de poesía… Se llama La Piedra Lunar jugando con mi apellido y con el título de ese clásico de la literatura universal que es también una insuperable joya de la literatura policial.

¿Propuesta general de esta nueva novela, Mundo de sombras?
Esta novela sale del barrio, ese cronotopo más cerrado en el que ocurre la trilogía del barrio que he mencionado antes. A la vez me ha permitido explorar otras posibilidades escriturales y estilísticas. Crear otros personajes y estudiar otras sicologías. En las novelas anteriores César es un personaje secundario, gris. Con Mundos de sombras comienza un ciclo (quizás sean también tres novelas, la segunda, Proyecto en negro, ya está terminada) que profundiza en la grisura de este personaje. Explorar la vida de un tipo como César siempre será bien interesante para el que lo lee, y mucho más para el que lo escribe.

¿Llegarán algunos ejemplares a Santa Clara? ¿Tienes planeado alguna presentación especial en La Piedra Lunar?
Luife Galeano, mi editor de Atmósfera Literaria, ha tenido la gentileza de destinar cien ejemplares de la novela para su distribución en Cuba. Esperábamos que estuvieran para la Feria del Libro de Santa Clara que comenzaba el día 22 de febrero. Estábamos todos muy entusiasmados, incluyendo a los organizadores del evento. Pero hubo atrasos en la imprenta. De cualquier manera, esperamos que estos ejemplares estén aquí en marzo. Entonces haremos algunas presentaciones: en La Piedra Lunar y en otras instituciones culturales de la ciudad de Santa Clara y del resto del país.

Y después de Mundo de sombras…
Tengo planteada la novela Padre muerto, mi segunda novela habanera (la primera es Dónde estás corazón, publicada por la editorial española Arcopress en 2009). Tendrá como centro las muertes de un par de curas y las relaciones Estado-Iglesia-Sociedad. También tengo planteada una fantasía heroica: Friedrich Amadeus y el síndrome vertiginoso, un homenaje a mi maestro Agustín de Rojas, a quien perdimos hace unos meses.

Por otra parte estoy enfrascado en la investigación de la vida de Félix Lunar, dirigente sindicalista anarquista español que participó en las revueltas de Río Tinto, Huelva a fines del siglo XIX y principios del XX. La novela resultante de esta investigación será también una pesquisa sobre la fundación de la familia Lunar, en Mataguá, pueblito cercano a Santa Clara, anclado en las faldas del Escambray, adonde fue a parar mi bisabuelo Gregorio al llegar emigrando desde Andalucía.

¿Crees que los lectores interesados en la novela negra cubana quedarán satisfechos con la lectura de Mundo de sombras?
Eso espero. De todas formas, el lector debe decir la última palabra. Por suerte tengo lectores que buscan mis novelas. En Cuba mis libros se agotan enseguida, fuera de Cuba se han vendido bien, y espero que éste se venda mejor pues Atmósfera Literaria tiene planteado un programa promocional muy serio.

Creo que es una buena novela, capaz de satisfacer las exigencias del lector, así lo piensa también mi editor y los amigos que me han acompañado en el proceso de creación de ella. Por el momento, yo solo puedo decir esa frase coloquial de la marginalidad cubana: "Voy a mí".

(entrevista publicada en http://www.diariodecuba.com)

viernes, 16 de marzo de 2012

«No es fácil inclinarse por un género» (Entrevista a Jorge Carrigan)

Jorge Carrigan (La Habana, 1953) es autor de una docena de piezas teatrales. Residente en Canadá, publicó en 1999 el libro de narraciones y poemas Cascabeles en la Punta, y en 2002 la antología Teatro de Segunda Mano, que recoge obras escritas en colaboración con otros autores. Su novela Bailar con la más fea vio la luz en 2010, y ahora, bajo el sello Plaza Editorial, publica Muñequita linda, una narración cargada de erotismo, una historia de reivindicaciones femeninas.

Carrigan, ¿podrías adelantarnos algo de 'Muñequita linda'?
Es difícil adelantar demasiado sobre la trama de esta novela, ya que una buena parte de su encanto consiste en develar a lo largo de la historia las peculiaridades del personaje central, que es, además, la voz que narra. Si algo puede adelantarse es que se trata de una narradora, una voz femenina, lo cual resultó difícil y laborioso. El mayor riesgo ha sido introducirme, e introducir a los lectores, en una problemática humana que, a su vez, constituye uno de los baluartes del movimiento feminista. Ese lanzarse en el mundo femenino traerá por consecuencia que a partir de ahora la mitad de las mujeres, las que me interpreten bien, va a quererme mucho, y la otra mitad probablemente me va odiar.

¿Existen diferencias entre 'Muñequita linda' y 'Bailar con la más fea'?
Son dos libros muy diferentes. Bailar con la más fea es una novela de atmósferas, sombría, en la que la injusticia se da por sentado y los personajes están condenados de antemano a que la realidad los vaya despedazando; donde me propuse que el recorrido del lector se hiciera sinuoso.
En Muñequita linda la justicia está en el centro mismo de la trama, que es más anecdótica, más lineal, con una historia en la cual la narradora no sólo cuenta, sino que especula, y a lo largo de la narración va tejiendo una relación de complicidad con el lector, con observaciones sutiles y hasta cierta ironía.

¿Está presente Cuba?
En Bailar con la más fea Cuba no está, solo se presiente. Muñequita linda es un poco más lejana, se desarrolla en un país que difícilmente sea Cuba por razones que, para no revelar más de la cuenta, no adelantaré. Solo decir que en este caso abordo un tema que me gustaría muchísimo que fuera ampliamente debatido y eventualmente resuelto alguna vez por los cubanos, pero la historia que se me ocurrió para ilustrar la discusión de dicho tema, y que constituye la carne de la novela, me temo que es totalmente ajena a la realidad cubana de hoy.

Soy más que consciente de que después de dos novelas ando ya debiéndole una a Cuba y otra a Canadá. Por tanto, prometo con toda solemnidad que en la próxima, que ya está en boceto, aparecerán La Habana y Montreal, entre otras ciudades.

El lanzamiento oficial de 'Muñequita linda'…
Para mi infortunio, o quizás para mi fortuna, mis editores no pertenecen a los grandes circuitos comerciales de la literatura. Este detalle hace que la distribución y las presentaciones no se produzcan de acuerdo a un plan que solo puede elaborarse y cumplirse cuando hay toda una maquinaria de promoción detrás, o delante, de los autores y las obras. La distribución, por tanto, se realiza gracias al apoyo de instituciones e individuos que tanto acá en Canadá como en otros países se interesan por auspiciar las presentaciones y la puesta en circulación. De momento, el lanzamiento en Ottawa, que es donde vivo, será el jueves 8 de diciembre. Luego vendrán presentaciones en Miami y en Cartagena de Indias, Colombia, con fechas aún por confirmar; y luego estoy seguro de que habrá lanzamientos en Montreal y Toronto; además de que espero presentarla también el verano próximo en Nueva York y, si la suerte me acompaña, en República Dominicana.

Se te conoce más como dramaturgo. Entre el teatro y la novelística, qué prefieres y por qué.
Lo que me gusta del teatro es que uno, como autor, puede ver la reacción del público en el momento en que entra en contacto con la obra. Luego uno se da cuenta de que no todo cabe en el teatro. Alguien dijo que cada tema pide al autor la forma en que debe ser escrito, de manera que hay temas que no funcionarían en el teatro, como mismo hay otros que se verían mejor si se le muestran al público sobre un escenario. No es fácil inclinarse por un género.

Cada manera de comunicar tiene su encanto. Es cierto que he escrito mucho más teatro que narrativa, pero hay una razón: vengo de un país en el que, como nunca alcanzaba el papel, publicar una novela era un sueño prácticamente inalcanzable; sin embargo, como tenía muchos amigos, había posibilidad de reunir actores y de poner en escena piezas teatrales.

Aquí en Canadá es todo lo opuesto. Faltan los amigos y sobra el papel, de manera que el día que se me ocurrió escribir una novela, porque me di cuenta de que estaba empeñado en contar una historia irrepresentable en teatro, no lo dudé. Lo cual no significa, por otro lado, que haya sido fácil. Alguien me preguntó que si le temía a la página en blanco y respondí que a lo que le temo es a la página a medio escribir, cuando a uno se le presenta un problema técnico y no tienen la capacidad de resolverlo. Cuento esto porque debí aprender muchas cuestiones técnicas para terminar la primera novela. Y ahora, que he escrito teatro y narrativa, diríamos que es justo que se me emplace a elegir. Solo que entre ambos géneros, mi respuesta es que me gustan por igual.

Después de esta novela, ¿existe algún nuevo proyecto?
Proyectos es lo que nunca me ha faltado. Si puedo decir que soy escritor es porque, para escribir todo lo que quisiera, necesitaría más tiempo que el que me queda de vida. De modo que ahí vienen las prioridades. En este instante estoy inmerso en un proyecto cinematográfico en el que trabajaré como guionista y director de actores. Tengo tres piezas de teatro a medio escribir, y en literatura una novela que ya no está en mente, sino en el disco duro de la computadora, en boceto. Se titulará Pelos en la lengua.

Una última pregunta: ¿Qué esperas de tus lectores?
Hay escritores que se mueren por tener lectores súper sensibles, que lloren, se desgarren y se corten las venas con el marcador del libro. Yo prefiero que mis lectores sean solo inteligentes; ni más ni menos inteligentes que yo. Que disfruten lo que leen tanto como yo he disfrutado escribiéndolo.

(entrevista publicada en www.diariodecuba.com)